Monterroso sigue aquí
Archie Morales
12 de diciembre de 2022, el editor Ernest Folch y Juan Pablo Villalobos presentan en Cataluña El dinosaurio sigue aquí de Augusto Monterroso (Editorial Navona, 2022), escritor guatemalteco nacido en Honduras un 21 de diciembre de 1921, libro que reúne (casi) toda su obra, casi toda su obra, porque hay un libro, el último que publicó en vida, que no fue incluido: Pájaros de Hispanoamérica. Folch explica que el 70 u 80% de los textos que lo componen fueron publicados en sus libros anteriores, que no tenía mucho sentido recoger en este volumen los faltantes, que, en definitiva, había sido una decisión editorial.
Pájaros de Hispanoamérica (Alfaguara, 2002) consta de 37 textos de diversos géneros, escritos por Monterroso en momentos muy diferentes de su vida, sobre escritores hispanoamericanos que, según el propio autor, no son retratos, ni siquiera bocetos o apuntes, sino tan solo el intento de recoger y preservar el trazo de ciertas huellas que algunos pájaros dejaron en la tierra, en la arena y en el aire.
En 238 páginas, por medio de anécdotas, comentarios, semblanzas, reflexiones y recuerdos, nos acerca a escritores de la talla de Asturias, Borges, Rulfo, Vallejo, Pacheco, Onetti y también nos presenta a escritores menos conocidos, como Rubén Bonifaz Nuño, Enrique Gómez Carrillo, José Durand, Emilio Adolfo Westphalen, César Moro, Hugo Gola, por nombrar algunos; lo que para mí ha resultado benéfico y maléfico a la vez, pues me he aproximado a autores que no conocía y, al referirse a libros de estos difíciles de hallar, me he visto arrojado a la búsqueda frenética e incesante de ciertos ejemplares. Rastrear escritores ubicados fuera del centro del canon y libros que caen bajo el rótulo de inhallables, con el afán de luego sumarlos a tu biblioteca, es una afición que puede dejar en números negativos el saldo de la cuenta bancaria. Fue así como busqué y adquirí la hermosa segunda edición de Ocaso de sirenas, esplendor de Manatíes de José Durand (Fondo de Cultura Económica, 1983), la primera edición de El río. Novelas de caballería de Luis Cardoza y Aragón, dedicada y autografiada (Fondo de Cultura Económica, 1986); y fue así como sigo buscando hasta el día de hoy, aunque amigos libreros de viejo me digan que es casi un imposible o una quimera, la primera edición de La tortuga ecuestre de César Moro, el único libro escrito en castellano por el poeta peruano que escribía en francés.
Monterroso, entre otras andanzas, discurre sobre la nueva manía adquirida por el novelista Manuel Scorza, ya practicada antes por James Joyce, consistente en anotar en una libreta todo chiste u ocurrencia que aflorara en conversaciones con amigos para luego usarla en su próxima novela; rememora la imprecación lanzada por Ramón del Valle Inclán al ver unas sombras mientras en una tétrica noche recorría un cementerio, que no se trataba nada más que de una traducción en prosa, por el que más sabe, de un pasaje de La divina comedia de Dante Aleghieri: “Qual che tu sei, od ombra od omo certo”, que quedaría así: “Sois alma en pena o sois hijos de puta”; refiere su amistad de años con Hugo Gola, del cual, sin embargo, no sabía nada sobre su vida personal o él de la suya, ya que en cuanto se veían, la poesía o la literatura se interponía entre ellos, como la tarde en que el poeta argentino lo visita en su casa y sin darle tiempo ni siquiera de sentarse le pregunta si sabe italiano y sin esperar su respuesta empieza a recitar un pasaje de La divina comedia, el mismo que tradujera Valle Inclán en prosa al imprecar a las sombras tétricas del cementerio.
Arroja luz en torno a la obra de Asturias, principalmente sobre El señor presidente, que cataloga como una sátira dirigida contra todos, no solo contra los dictadores latinoamericanos, cuya atención inicial al publicarse en 1946 fue menor, teniendo que pasar varios años, tras editarse en Argentina por Losada, para que el gran público la descubriese; de Borges destaca que fue él quien renovó el lenguaje castellano mediante su prosa tan concisa y elocuente, siendo capaz de expresar cualquier cosa con claridad, precisión y de manera bella, y que su principal recurso literario era la sorpresa, lo que distancia su narrativa a la de Kafka y la acerca a la de Swift, y elabora una lista de diez cosas, entre benéficas o maléficas, que pueden ocurrir cuando uno se encuentra con la obra borgiana por primera vez; afirma que es el horror lo predominante en la obra de Quiroga, y repasa su vida, que fue un largo sueño trágico, adoleciente de una monotonía mortal: su padre se mata con una escopeta de caza, su hermano muere en un accidente, su padrastro estando paralítico se suicida apretando el gatillo con el dedo de un pie, un amigo muere por un disparo accidental de Quiroga, su mujer se suicida ingiriendo veneno, se suicida él y, tiempo después, su hija.
Reflexiona sobre las jitanjáforas, tan estudiadas por Alfonso Reyes, la simple emisión de sonidos, la mera oralidad infantil, que lo expresa todo, porque no significa nada, como la que abre El señor presidente de Asturias: “Alumbre, lumbre de alumbre…”, o los gritos de Plutón en La divina comedia de Dante: “Papé Satán, papé Satán aleppe!…”; nos conversa de los textos bifrontes, que tienen diferente grafía, pero igual masa fonética como: “Entrever desaires; entre verdes aires”; y de los palíndromos, que son las palabras o frases que pueden leerse igual de izquierda a derecha que de derecha a izquierda, y su mayor exponente, un escritor guatemalteco, Carlos Illescas, quien en una reunión palindromática en la que participaba Monterroso, Arreola, Alatorre, Mejía Sánchez, tejió el palíndromo acusatorio: “Onís es asesino”, una suave égloga virgiliana: “Si no da amor alas, sal a Roma, Adonís” y el palíndromo de palíndromos: “Somos seres sosos, Ada; sosos seres somos”.
4 de febrero de 2023, El dinosaurio sigue aquí y Pájaros de Hispanoamérica, uno al lado del otro, reposan sobre el escritorio de mi habitación. Desde el viejo y destartalado bergere observo a la distancia la llamativa cubierta en la que cuatro pájaros de distintos colores sobresalen de un traje azul grisáceo ribeteado con letras de diferentes tamaños. Culminada su relectura, confirmo la convicción de que no son solo textos dispersos reunidos, sino que un libro en el cual Monterroso, con voluntad de estilo y una metáfora como centro, traza una genealogía de pájaros de distintas especies que cantando a través de la palabra engrandecieron la literatura hispanoamericana. Sorprende el hecho de que, casi 21 años después de su publicación, en castellano no haya sido reeditado, circunstancia que lo hace relativamente difícil de hallar. Aún recuerdo la feliz mañana de un año en el cual debimos permanecer enjaulados en nuestras casas, en que lo descubrí en una página de Facebook dedicada a la venta de libros usados que frecuentaba, a un precio muy razonable. Por ese entonces, ya había leído La palabra mágica (Navona, 2017), Movimiento perpetuo (Anagrama, 1991) y Cuentos, fábulas y lo demás es silencio (Alfaguara, 1996). Sin saber bien de qué trataba, le envío de prisa un mensaje al amigo librero, preguntándole si aún está disponible: sí lo tiene, y me lo recomienda fervorosamente.
Es probable que siga mucho tiempo sin llegarle a este hermoso ejemplar la atención que merece. Pero uno también puede adivinar que mientras más se demore más segura será su llegada, pues Augusto Monterroso, con su pluma como único testigo, recogió y preservó las huellas que algunos escritores hispanoamericanos dejaron en la tierra, en la arena, en el aire y en el cielo.


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