[ lectura y crítica ] 

La muerte misteriosa — Giorgio de Chirico

Giorgio de Chirico (Volos, Grecia,  1888 – Roma, 1978), pintor y escritor italiano, fundador del movimiento artístico Scuola metafisica. Estudió artes en Atenas y Florencia, en 1906 ingresó a la academia de Bellas Artes en Múnich donde entró en contacto con la obra de Nietzsche y Schopenhauer. A partir de esta influencia desarrolla una indagación de carácter filosófico que se expresa por dos medios: la pintura y la escritura. En su poesía son identificables y  reconocibles asociaciones de imágenes propias de su imaginario pictórico. Un universo semántico singular mediante el cual emerge lo misterioso y lo enigmático. En palabras del artista: «algo aparece ante nosotros y nos hace ver la imagen de una obra de arte; una imagen que en nuestro espíritu provoca a menudo sorpresa —en ocasiones nos hace meditar—».

Vanessa Martínez Escobar
Traducción y nota


LA MORTE MISTERIOSA

L’orologio del campanile segna le dodici e trenta. Il sole è alto e cocente nel cielo. Esso illumina le case, i palazzi, i portici. Le loro ombre proiettate sul terreno descrivono rettangoli, quadrati e trapezi di un nero così morbido che all’occhio bruciato è gradito rinfrescarsi in essi. Che luce! Come sarebbe dolce vivere laggiù, vicino a un portico consolatore o a una torre assurda ricoperta di bandierine multicolori fra uomini gentili ed intelligenti. Giungerà mai quell’ora? Che importa, dal momento che l’abbiamo vista venire!

Quale assenza di tempesta, di strida di gufi, di mari in burrasca. Qui Omero non avrebbe trovato canzoni. Un carro funebre aspetterà per sempre. E’ nero come la speranza, e questa mattina qualcuno sosteneva che durante la notte aspetta ancora. Da qualche parte c’è un cadavere che non si può vedere. L’orologio segna le dodici e trentadue: il sole sta tramontando, è tempo di partire.


LA MUERTE MISTERIOSA

El reloj del campanario señala las doce y treinta. El sol es alto y ardiente en el cielo. Este ilumina las casas, los palacios, los pórticos. Sus sombras proyectadas sobre el terreno describen rectángulos, cuadrados y trapecios de un negro tan mórbido que al ojo abrasado es agradable refrescarse en ellas. ¡Qué luz! Cómo sería dulce vivir allí abajo, vecino a un pórtico consolador o a una torre absurda cubierta de banderines multicolores entre hombres gentiles e inteligentes. ¿Llegará alguna vez aquella hora? ¡Qué importa, del momento que la hemos visto venir!

Qué ausencia de tormentas, de aullidos de búhos, de mares en borrasca. Aquí Homero no habría encontrado a qué cantar. Un carro fúnebre esperará por siempre. Es negro como la esperanza, y esta mañana alguien afirmaba que durante la noche espera todavía. En algún lugar hay un cadáver que no se puede ver. El reloj señala las doce treinta y dos: el sol está tramontando, es tiempo de partir.

«L’enigma dell’ora», G.C., 1911

Publicado el

en

Comentarios

Deja un comentario