[ lectura y crítica ] 

Generación sin despedida — Wolfgang Borchert

Malogrado a los 26 años, Wolfgang Borchert (1921-1947) no tardó en formar parte del repertorio clásico de las letras alemanas de la segunda mitad del siglo XX. Un drama, algunos relatos publicados en vida, otros póstumos, y unos cuantos poemas constituyen la totalidad de su obra, una que se sacude entre los escombros no sólo materiales, como los de su natal Hamburgo tras los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial, sino también los de un hondo pesar generacional que tenía ante sí una época acribillada por la derrota, la culpa, el duelo y el prematuro cinismo al que se comenzaba a entregar.

Podrá parecer de particular interés para una crítica embelesada con las ruinas y el desastre de proporciones colectivas; lo fue así como iniciador, sin proponérselo (junto a Kästner, Böll, Eich, Schmidt y otros), de la llamada Trümmerliteratur (‘literatura de las ruinas’). Pero la urgencia que se presenta en la voz de Borchert logra estampar a su prosa una energía inédita, de tonos fríos y letras escarpadas. Característica es de su prosa la repetición, el énfasis de frases lapidarias, un estilo ansioso que viene de la mano de la escritura compulsiva a la que Borchert se dedicó en los últimos dos años de su vida, asaltado por la enfermedad, la fiebre y la poca expectativa de restablecerse. Todo esto le otorga a su prosa, en palabras de Aramburu, de quien leemos su traducción, «un ritmo de letanía, de rezo proferido por un hombre de respiración entrecortada». «Generación sin despedida» se publicó en el conjunto de relatos El diente de león, escrito en 1946. Con él nos viene la pregunta que probablemente se anuncia detrás de toda la obra de Borchert: ¿dónde volver?

49 escalones


Generación sin despedida

Wolfgang Borchert

Somos la generación sin vínculo y sin profundidad. Nuestra profundidad es abismo. Somos la generación sin suerte, sin hogar y sin despedida. Nuestro sol es estrecho; nuestro amor, cruel, y nuestra juventud carece de juventud. Y somos la generación sin frontera, sin inhibiciones ni protección…, expulsada de las andaderas de la infancia a un mundo que nos han preparado los que por ello mismo nos menosprecian.

Sin embargo, no nos dieron un Dios que habría podido sostener nuestro corazón cuando se arremolinaron a su alrededor los vientos de este mundo. Así pues, somos la generación sin Dios, por cuanto somos la generación sin vínculo, sin pasado, sin reconocimiento.

Y los vientos del mundo, que han convertido nuestros pies y nuestros corazones en gitanos sobre las calles ardientes y cubiertas de una capa de nieve de la altura de un hombre, hicieron de nosotros una generación sin despedida.

Somos la generación sin despedida. No podemos vivir despedida ninguna. No lo tenemos permitido, puesto que a nuestro corazón gitano le suceden despedidas interminables durante la odisea de nuestros pies. ¿O ha de vincularse nuestro corazón durante una noche que, después de todo, tiene una despedida al amanecer? ¿Soportaríamos la despedida? Y si quisiéramos vivir las despedidas como vosotros, que sois distintos de nosotros y probasteis la despedida en cada segundo, podría entonces ocurrir que nuestras lágrimas crecieran hasta formar una marea que ningún dique sería capaz de contener ni aunque hubiera sido construido por nuestros primeros padres.

Nunca poseeremos la fuerza de vivir la despedida que está junto a cada kilómetro de la carretera, como vosotros la habéis vivido.

No nos digáis que, porque calla, nuestro corazón carece de voz, pues no hablan vínculo ni despedida alguna. Si nuestro corazón fervoroso, doliente, consolador, quisiera regar con sangre cada despedid que nos ocurre, entonces podría suceder, dado que nuestras despedidas son legión frente a las vuestras, que el grito de nuestros sensibles corazones fuera tan grande que vosotros os sentaseis por la noche en vuestras camas e imploraseis un Dios para nosotros.

Por eso somos una generación sin despedida. Negamos la despedida, la dejamos por las mañanas dormida cuando nos vamos, la evitamos, nos la ahorramos…, nos la ahorramos a nosotros y a los despedidos. Nos escurrimos de ella como ladrones, ingratamente agradecidos, y tomamos el amor y dejamos ahí la despedida.

Estamos llenos de encuentros, encuentros sin duración y sin despedida, como las estrellas. Se acercan, permanecen segundos luz unas junto a otras, se vuelven a alejar: sin rastro, sin vínculo, sin despedida.

Nos encontramos bajo la catedral de Smolensk, somos un hombre y una mujer… y luego nos escabullimos.

Nos encontramos en Normandía y somos como los padres y el hijo… y luego nos escabullimos.

Nos encontramos una noche junto a un lago finlandés y estamos enamorados… y luego nos escabullimos.

Nos encontramos en una granja de Westfalia y somos el sibarita y el convaleciente… y luego nos escabullimos.

Nos encontramos en un sótano de la ciudad y somos los hambrientos, los fatigados, y recibimos a cambio de nada un sueño bueno y pleno… y luego nos escabullimos.

Nos encontramos en el mundo y somos hombre con hombre… y luego nos escabullimos, puesto que somos sin vínculo, sin morada y sin despedida. Somos una generación sin despedida que se escabulle como los ladrones porque tiene miedo del grito de su corazón. somos una generación sin retorno, pues no tenemos nada adonde podríamos retornar, y no tenemos a nadie en cuya casa nuestro corazón estuviera a buen recaudo… Así pues, nos hemos convertido en una generación sin despedida y sin retorno.

Sin embargo, somos una generación de la llegada. Quizá seamos una generación llena de llegada a una estrella nueva, en una nueva vida. Llena de llegada debajo de un sol nuevo, a nuevos corazones. Quizás estemos llenos de llegada a un amor nuevo, a una risa nueva, a un Dios nuevo.

Somos una generación sin despedida, pero sabemos que nos corresponden todas las llegadas.


Borchert, Wolfgang. Obras Completas (Das Gesamtwerk). Traducción de Fernando Aramburu. Laetoli, 2007.


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