Waldo Rojas (Concepción, 1944) es, sin duda, uno de los poetas fundamentales de la poesía chilena contemporánea. Autor de los libros Principe de Naipes (1966), Cielorraso (1971), El puente oculto (1981), Almenara (1985) Fuente itálica (1991), entre otros; ha edificado una poesía de hondo acento meditativo, en donde las estructuras antiguas, las atmósferas -tanto interiores como exteriores- y los paisajes han ocupado el lugar de los versos, en aras de una reflexión metapoética sobre el peso de la palabra, su paso por la temporalidad del poema y su posición en un entorno que cada vez ha rehuído de su encuentro verdadero. En dicha empresa, el yo pareciera difuminarse para abrirnos paso a las sensaciones que embarga cada evocación de los espacios.
La presente entrevista ha sido realizada durante el año recién pasado (2024), por medio de dos sesiones en donde nos hemos reunido con el poeta, en su departamento de Santiago. Agradecemos tanto al poeta como a su esposa Elie Rojas la recepción amable de nuestro interés por ahondar en una de las obras más complejas e interesantes de las últimas décadas.
Una conversación continua: entrevista a Waldo Rojas
49 Escalones: Gracias, Waldo, por aceptar esta conversación aquí en Santiago para hablar sobre tu poesía. No sé exactamente por dónde empezar, porque tu obra, de alguna manera, se va desarrollando con el tiempo, adoptando formas distintas, pese a ciertos elementos que logran mantenerse. Entonces, en ese sentido, cuando tú has referido la idea de “poesía continua”, te refieres a que no hay una linealidad necesaria, sino que más bien es parte de un solo cuerpo, ¿no es así?
Waldo Rojas: Claro, no hay una progresión necesariamente.
49 Escalones: Comprendo, sin embargo, sólo para ordenarnos en términos prácticos, ¿qué podrías decir de tu primer libro publicado Agua removida (1964)?
Waldo Rojas: Ese fue un libro que yo escribí cuando era estudiante todavía en el Instituto Nacional. Lo que quiero decir es que no tenía mucha experiencia de lecturas, a pesar de participar en la Academia de Letras, estaba cerca de Humanidades, en fin, y fui presidente incluso de la Academia de Letras durante dos años, pero no tenía una cultura literaria suficiente en el sentido que vendrá más tarde. Buena parte de esos poemas yo los había escrito adolescente, eran notas…
49 Escalones: Entre los 16 y 18 años…
Waldo Rojas: Exactamente, y fue publicado porque el director de la Biblioteca del Instituto Nacional don Ernesto Boero, gran persona, se empecinó en que esos poemas que yo había leído en las reuniones que teníamos de la Academia de Letras de estudiantes en la época… Se empecinó en que ese libro fuera publicado, hasta tal punto que él inventó que yo había ganado un premio, que no es verdad (Risas), de la Biblioteca del Instituto Nacional, un concurso que nunca tuvo lugar. Y con ese dinero que pertenecía al Ministerio, por supuesto, fue impreso ese libro.
En la época, imprimir era complicado. Hoy día no solamente es mucho más simple, sino mucho más barato. Porque en aquella época una imprenta tenía que pagar desde portero hasta el último corrector de pruebas, y al técnico de las máquina… Era muy complicado sacar un libro en imprenta. Hoy no: hoy en su casa cada cual puede hacer todo aquello sin problema, incluyendo la impresión. Pero ese libro apareció, por supuesto, y la verdad es que yo no tenía muchas ganas de que se publicara…
49 Escalones: Fue más bien el entusiasmo…
Waldo Rojas: Porque yo ya estaba en otra cosa… Claro, Ernesto tenía mucho interés en que ese libro apareciera como el primer libro de un estudiante del colegio, del Instituto. Esa es la historia.
49 Escalones: Comprendo. Por cierto, el título lo tomas de un verso de Miguel Hernández…
Waldo Rojas: Exactamente.
49 Escalones: Lo preguntaba porque es interesante constatar cómo después tus lecturas van tomando otros rumbos, hasta la aparición de lo que será Príncipe de naipes. Leí hace poco, en contexto de preparar esta conversación, Formalismo y ambigüedad de Leonidas Morales, y él justamente comenta que, entre el transcurso de Agua removida y la aparición de Príncipe de naipes, «algo le pasa a Waldo Rojas», lo sentencia de manera muy categórica. Y quería preguntarte sobre aquello: no sé si habrá ocurrido un hecho puntual, no sé si hubo allí lecturas que te abrieron a otras perspectivas que embargasen, a su vez, otras formas de escribir. Porque, ciertamente, hay un cambio en la estética de ambos poemarios: aparecen rasgos que algunos críticos ya han señalado, como la impersonalidad o el distanciamiento del yo, un yo que en el caso de Agua removida está muy presente…
Waldo Rojas: Bueno, la verdad es que en el espacio que va desde Agua removida a Principe de Naipes ya había comenzado a escribir lo que pensaba iba a ser -o quería que fuera- mi lenguaje, que no encajaba mucho con lo que en ese momento estaba haciendo -de moda, por así decir- la nueva poesía, que tenía algo que ver con la antipoesía; Nicanor Parra no era tan famoso en ese momento, en los sesenta. No era todavía la personalidad que él adquirió más tarde, por diversas razones, algunas de ellas literarias. Pero más que nada, yo en esa época ya leía francés…
49 Escalones: Claro, por tu formación en el Instituto…
Waldo Rojas: Leía francés y hablaba un poco francés. Pero más que nada lo leía casi sin problemas. Me había interesado mucho de Mallarmé en adelante. Y a pesar de que no hay necesariamente una relación, digamos, de imitación o de autoridad, me interesaba en todo caso la ruptura que eso había implicado en la historia de la poesía no solo francesa, sino que universal, en cierto modo. Porque de Mallarmé en adelante no se escribe poesía del mismo modo.
49 Escalones: Es la implementación del verso libre, también…
Waldo Rojas: Exactamente. Por ejemplo, en Chile había estado el caso de Darío, que vivió en Chile y había introducido una modernidad que rompía con lo que había sido la, hasta ese momento, poesía chilena del siglo XIX, que era básicamente clásica e hispánica, por las razones que mucha gente ha explicado.
Y el estado de cosas en ese momento en Chile, en los 60, tiene que ver con el hecho de que, al mismo tiempo, las universidades en general se estaban abriendo hacia lo que iba a hacer la Reforma; y buena parte de lo que va hacer más tarde la Reforma, va a ser el hecho que los estudiantes tienen que participar, de alguna manera, ya sea por la literatura, por ejemplo, en caso de lecturas públicas auspiciadas por la universidad, lo que no existía antes… Y la Universidad de Valdivia fue una de las primeras que asumió esa voluntad juvenil. En ese momento, ya existía lo que más tarde sería el grupo Trilce, y la universidad se interesó justamente, a partir de este grupo que era muy pequeño y de gente que no era muy conocida todavía, en aceptar la idea de un gran encuentro. ¿Qué tiene esto de interesante? Yo no pertenecía al grupo, pero era corresponsal -fui a Santiago- y en la época la corresponsalía se hacía por carta; no había internet, ninguna de estas cosas raras que hay hoy día. Eso implicaba a la vez un tiempo de reflexión y de expectativa, en fin… El caso es que cuando la universidad propone a Omar Lara, que dirigía en ese momento el pequeño grupo, se genera una recomposición de los contactos que se habían establecido por correo hasta ese momento. Y la idea fue -es largo de explicar- realizar un encuentro financiado por la universidad, pero que los poetas mayores iban a ser invitados y tener el mejor lugar y el mejor tiempo de lectura…
49 Escalones: Estamos hablando del encuentro de 1965…
Waldo Rojas: Exacto. Y la idea era esa, a diferencia de todo lo que pasaba con los poetas jóvenes de América Latina que rechazaban a los viejos. En el caso chileno hubo exactamente lo contrario, puesto que ese primer encuentro -que fue muy importante en el sentido del impacto provincial que tuvo- consistió en que los viejos pasaban primero. Los viejos, quiero decir treintones, cuarentones (Risas). Pasaban primero y había tres generaciones por así decir: la del 38, que ya como generación oficialmente no existía; la del 50 que ya había sobrepasado, es decir, ya se había impuesto a lo que iba haciendo la tradición del 38, que era no solamente literaria, sino que social. Porque el 38 era generalmente de escritores/autores de una pequeña media burguesía, en cambio, el 50 ya es la burguesía nacional. Y hay gente que tiene una relación con la universidad diferente a la que tenía la generación anterior. De esa manera, estos jóvenes deciden ofrecer a los mayores el primer lugar, el primer espacio, la mejor ubicación en los hoteles… Y así se hizo. Y más tarde el modelo de lo que fue el encuentro de Valdivia, va a ser utilizado por Concepción y por La Serena, y entiendo que más tarde por Antofagasta, en fin, pero tendría que verificar en mi memoria todo aquello, que no está muy buena este último tiempo.
Pero la idea es la siguiente: la idea es que esos jóvenes no renunciaron a la necesaria vinculación con una tradición que ya venía de Darío en adelante, y si bien era cierto que no todo el mundo era dariano, el impacto de Darío fue muy fuerte, porque generó realmente una influencia que duró mucho tiempo.

49 Escalones: Claro, aquello es bien interesante, porque leyendo tu poesía -incluso en tus trabajos de los 90- hay cierto preciosismo: figuración de palacios, una pomposidad en los escenarios y en el lenguaje que vas cifrando, que recuerda al modernismo dariano, pero que, de buenas a primeras uno no recordaría tan a priori por varias cosas: hay, en tu caso, un lenguaje mucho más extrañado y hay la opción del verso libre por la que Darío no apuesta. Aun así, efectivamente están esos escenarios, ese exotismo que, de alguna manera, Darío apuntaba en su poesía modernista. Es por ello interesante ver cómo van mutando las formas de recepcionar a Darío, y parece que incluso en los 60, década en que uno pensaría que no está influyendo el nicaragüense, este seguía impactando…
Waldo Rojas: Sí, hay un detalle, institucional: Darío se enseñaba en las escuelas, en el liceo. Era obligatorio en cierto modo. Todo profesor de castellano que se respetara enseñaba a Darío en un lugar importante en el estudio de la poesía escolar, de todas maneras. Pero hay otra cosa que también tiene sentido, y es que en ese momento, a partir de los años 60 hay una apertura general, a través de las universidades, al universo cultural. Los congresos -hubo varios en ese decenio- vinculaban a los intelectuales chilenos a la intelectualidad internacional, norteamericana, europea, latinoamericana, y eso es importante al mismo tiempo. Los jóvenes seguían en lo suyo, es verdad, pero con una apertura de espíritu que no era necesariamente radical…
49 Escalones: Lo que se concreta en la aceptación y diálogo con generaciones anteriores…
Waldo Rojas: Claro, es que hay que ver lo que era también la poesía. La poesía, de Darío en adelante, es el lenguaje. O sea, los referentes no son inmediatos y si hay una inmediatez, esa misma inmediatez está dirigida hacia otra cosa. Lo que interesa es cómo el poeta usa el lenguaje y, por así decir, el poeta no comunica como todo el mundo; comunica a través de la personalización de lo que las palabras tienen sentido para él. La poesía es individual, se quiera o no, es un uso individual del lenguaje, un modo de compresión y de hacer ver relaciones entre significaciones que se apoyan, por supuesto, en la base que son las palabras.
49 Escalones: En uno de tus ensayos, que es una introducción a una lectura poética que compartes en el primer volumen de Poesía y cultura poética en Chile. Aportes críticos (2001), señalas que el poema es, antes que todo, espejo de sí mismo; antes de reflejar otra cosa se refleja a sí mismo, como un espejo abismado. Es interesante ese texto porque demuestra una clara conciencia respecto del acto escritural, quizá en la línea de lo que propugnaba ya Enrique Lihn, pero muy concentrado en el mismo lenguaje. Porque en el caso de Lihn, por ejemplo, lo movilizaba una idea de develar ciertos espacios y lugares cruzados con experiencias vitales. En tu caso, hay un retraimiento mayor del lenguaje, y esa conciencia parece que estuvo ya en la publicación de Príncipe de naipes, donde hay una especie de gama de personajes mitológicos, incluso provenientes del cine… Por ejemplo, Antonious Blok en ese “Juego de ajedrez” de El séptimo sello; o en el poema “Pez” donde, si no leo mal, está evocada la leyenda del Rey Pescador, y así una gama de personajes que se recogen y que de alguna manera permiten explorar una veta más impersonal, en donde el yo se desvanece en virtud de los personajes…
Waldo Rojas: La palabra impersonal es muy justa en ese caso, porque a diferencia de lo que muchos jóvenes hacían en ese momento -sobre todo en la poesía amatoria- no existía eso de hacer valer una experiencia real o no real; más bien, buena parte de esa poesía requería apoyarse en esa supuesta experiencia personal. Yo tenía otra idea, que era de que la poesía inventa su situación, su contexto, a través de las palabras. Y que son las palabras, a través del modo en cómo el poema las evoca, las utiliza y las desconvoca al mismo tiempo, las que constituyen una especie de -no quiero usar la palabra, pero viene al caso- estilo. Yo no sé mucho lo que es el estilo (Risas), pero entiendo que es una forma muy personal de afirmar un uso del lenguaje, que puede ser al mismo tiempo comprendido e incomprendido. O sea, en esa distancia, en ese espacio, se realiza la imagen poética. La imagen poética es necesariamente una invención verbal.
49 Escalones: Al caso recuerdo uno de los dictum más conocidos de Mallarmé: “todas las palabras deben desaparecer ante la sensación”. Es decir, que las palabras, en sí mismas, no designen ni señalen, sino que, de alguna manera…
Waldo Rojas: Sean ellas. Sean ellas el fenómeno creado. Bueno, esas cosas eran teóricas… Yo no sé si todo el mundo las entendía en la época, pero se practicaba de todas maneras, por imitación, por cercanía, por lo que fuera. Porque de los 60 en adelante, se va a generar una voluntad política al mismo tiempo, que va a concernir a toda la cultura: educacional, universitaria, literaria, etc.
49 Escalones: Nuevamente estaría el brazo institucional respecto del mundo del arte y la cultura…
Waldo Rojas: Exactamente. Entonces, escribir significaba, de todas maneras, referir, de algún modo, lo que se estaba viviendo, pensando, sintiendo, deseando en política, en los grandes términos y los grandes espacios que esta palabra podía significar en la época. Porque en los 60 no olvidemos que Chile había mantenido, de todas maneras, una continuidad política con la excepción de González Videla, en fin, que fue relativamente breve, pero una continuidad política que viene del 25 en adelante, que se afirma en el 38 con el Frente Popular, y que hace que ningún gobierno tenga un solo partido a la cabeza; todos los gobiernos que se suceden son polipartidarios, con conflictos como el caso de González Videla -para nombrarlo de nuevo-, pero había esa idea de institucionalidad porque suponía un pluripartidismo siempre, y que este pluripartidismo tenía sentido en cuanto venía a confirmar la constitución del país. Porque Chile fue el único país que mantuvo una constitución durante casi 50 años. Era la misma constitución, con variaciones que la constitución misma permitía, pero es el único caso de un país latinoamericano en que la constitución de origen se mantenía prácticamente indemne, y le hizo falta un golpe de estado para apartarse de ella.
49 Escalones: Y pese a esa efervescencia de contexto histórico, tu poesía de alguna manera no hace eco directo de eso. Eso tal vez vendría después del golpe del 73, en donde la latencia de lo político es rastreable en poemas de Cielorraso o El puente oculto…
Waldo Rojas: Bueno, yo no tuve y nunca pensé en generar un estilo personal, en el sentido de conllevar o de dirigir todo lo que yo podría culturalmente poseer hacia una manera específica. Lo que me interesa es el lenguaje, básicamente, en el sentido de lo que lenguaje tiene, esta apertura inevitable hacia significaciones que no son de origen. Y al mismo tiempo una referencia concreta de hecho: hablar de algo, de todas maneras; hablar de algo como habla la poesía. La poesía habla de una manera muy especial.
49 Escalones: Claro que sí. Cuando publicas Cielorraso, donde se acentúa la impersonalidad, me llamó la atención la manera en cómo le das protagonismo a los lugares con sus instersticios: casonas, ventanas, cuartos, donde casi pareciera no existir sujeto. Es decir, hay un sujeto siempre, pero escondido o difuminado. Esto me hace recordar mucho -y corrígeme si estoy equivocado- a Giorgio de Chirico, a sus escenarios con ausencia humana, aunque siempre hay una silueta que está apareciendo…
Waldo Rojas: No había pensado en eso (Risas). Puede ser, porque de Chirico también rompe con una tradición visual. Sí, es verdad.
49 Escalones: Donde quizá antes estaba más presente el cuerpo, se apuesta ahora por posicionarlo en un segundo plano…
Waldo Rojas: Porque en poesía, en esos años… Yo no he cambiado mucho de idea: lo que a mí me interesa es llevar a las palabras allí adonde nunca antes ellas habían sido situadas, y obtener de su encuentro algo que sea comprensible, pero que genere al mismo tiempo una nueva realidad verbal. Y jugar al mismo tiempo con el sonido, con la continuidad de lectura, que se lea fácilmente aunque no se comprenda fácilmente en la primera lectura. Y yo he escrito poco y publicado poco a causa de eso justamente, porque es un método de trabajo complicado, no siempre satisfactorio para uno mismo.
49 Escalones: Hay mucho rigor…
Waldo Rojas: Yo creo que la palabra sería esa, rigor. La prueba es que yo nunca me esforcé por participar en concursos o que me premiaran y todo eso. No, a la gente que le interesaba mi poesía se la hacía llegar; si me publicaban bien, sino bien también.
49 Escalones: Comprendo. Ahora, llegando a El puente oculto, se advierte que si bien tu obra no posee un antes y un después (aquello implicaría contradecir el título de tu poesía reunida), sí lo hay a nivel histórico. Justamente, este libro comienza con uno de tus poemas más citados que es “A este lado de la verdad”. Tengo una hipótesis de lectura: luego de haber leído a Vallejo me dije que este poema es una suerte de reescritura de “Himno a los voluntarios de la República”, el poema que abre España, aparta de mí este cáliz. Quería preguntarte sobre esta posibilidad de lectura, a la luz de las anáforas, acentuaciones y encabalgamientos latentes no sólo en este poema, sino que a lo largo de tu poesía, todo esto asediado por un contexto histórico inmediato que apremiaba la escritura misma.
Waldo Rojas: Tendría que volver y pensar aquello, pero a mí me interesaba Vallejo, de todas maneras. Lo que me interesaba en Vallejo era el hecho de que él escribía en ruptura siempre con las ideas corrientes, comunes, en fin, sin romper con la tradición dariana del modernismo. Y me interesaba sobre todo que escribía poco. No se lanzaba a la escritura por un simple empeño de supuesta inspiración; más que inspiración había aspiración…
49 Escalones: Sobre “A este lado de la verdad”, recuerdo en una conversación pasada que me indicaste que aquel fue el único poema que habrías escrito “de un tirón”, y que el resto de tu poesía siempre lo revisas y corriges; eres muy exacto con eso. Ahora, este poema, que entiendo fue concebido al sur de Santiago…
Elie Rojas: Después del golpe, fuimos a Pirque y estábamos al lado del río, y estábamos sometidos al toque de queda…
Waldo Rojas: Es un poema del golpe…
Elie Rojas: Y nosotros acabábamos de vivir el allanamiento, o sea, nos atacaron a nosotros; llegaron a la casa nuestra… Entonces, los amigos que teníamos en Pirque nos llevaron allá para que nos olvidemos lo que nos había pasado. Y estando en Pirque, un lugar maravilloso, extraordinario, con el río… Nace ese poema.
Waldo Rojas: Exacto, es verdad, “el Río, símbolo de nada”. Creo que es el único poema que yo escribí casi sin corrección, sin revisar.
Ahora, sobre Vallejo, allí habría una musicalidad al mismo tiempo que me interesaba. Música en el sentido en que la poesía lo puede aspirar a tener: que suene a la oreja, que antes de pasar al cerebro y que pase por la oreja primero, que el cerebro reconstruya esa sonoridad, la ubique dentro de lo que el poema propone como temática, suponiendo que hay temática en el poema.
49 Escalones: Sobre El puente oculto, hay una tentativa por abismar el poema sobre sí mismo. Esa idea persiste y acentúas también la intertextualidad: recoges citas, reescribes poemas o te fijas en versos y de ahí hilas otra escritura. ¿Cuál es tu relación con el intertexto, con el verso que lees pero que quieres decir en tu propio estilo?
Waldo Rojas: Se parte seguramente de un juicio o de un pre-juicio que para mí consiste en el hecho de la que la poesía no habla como se habla, y que la referencia en el poema necesariamente es otra poesía; un trabajo que otros han hecho en todos los tiempos, y que aleja al lector de la concreción de las significaciones, y lo llevan a un trabajo de reconstrucción significativa que poseen las palabras. Porque las palabras suenan a la oreja, tienen presencia visual, tienen espacio en la escritura y, por otro lado, el poeta quiere poseerlas, o sea, traerlas hacia su campo sin que por eso dejen de ser lo que son: dispositivos gramaticales, sintácticos, fonéticos, etc. Pero todo aquello no desaparece en el poema, todo lo contrario, es reconducido hacia la imagen poética, y la imagen poética no es la cosa, la imagen poética es un modo de ver, de sentir, de palpar, que no puede pasar sino por el lenguaje, pero que no se reduce enteramente a él, y sobre el cual está la personalidad que escribe, por supuesto: su propia cultura, su relación con la lengua, sus conocimientos, su necesidad de citar, en fin, todo aquello es otro asunto.
49 Escalones: Haces parte de tu propia obra versos que quizá pueden olvidarse, y al revitalizarlos vuelves vigente su continuum. Lo digo porque en tu poesía de la década de los 80, te enfrentas a los paisajes de Europa, a espacios que son ciertamente ruinas, y por ello no puedo sino leer en tus versos de Almenara o Fuente itálica una tentativa por despojar a la ruina de su destino final a través de tu lenguaje…
Waldo Rojas: La palabra ruina es muy importante en mí, porque las ruinas son vestigios, y hay que saber qué hay en esos vestigios, en qué manera los seres humanos están allí contenidos como significaciones. Y a mí me interesaron en Europa, Italia sobre todo, porque en Italia las ruinas son parte de la mentalidad, de los sentimientos de los italianos, de todas maneras. La palabra ruina no tiene el mismo sentido que tendría para nosotros, porque aquí no hay ruinas. Las ruinas son la antigüedad y la permanencia, la significación, el contacto con otra época y otras gentes; o bien sin tener esas significaciones que posee la ruina está ahí, quedó allí, y en ese sentido es personalizada por aquel que la ve y le sugiere una significación personal. La ruina es donde yo estuve, por donde yo pasé, con quién pasé, te acuerdas lo que vimos, en fin. El sentido de una ruina es el de la antigüedad, de todas maneras, de una antigüedad que está presente, que se hace presente y que uno se pregunta por qué.
La ruina es medición, es visual; no solo tienen forma, son compactas, son objetos que están allí, que hacen sombra, que dificultan incluso el paso…
49 Escalones: ¿Crees tú que la pregunta es lo que media entre tú como poeta y la contemplación de las ruinas? ¿y que motivarían, en ese caso, el surgimiento del poema?
Waldo Rojas: Por supuesto, porque las preguntas van a qué: las preguntas tienen que ver con seres humanos, con la humanidad en el sentido global de la palabra… Aquí hubo gente, otros vieron esto, otros construyeron esto, otros sufrieron acá o gozaron, en fin, y eso está todo reunido allí. Al mismo tiempo, hay una voluntad artística de quien quiera comprender. La ruina es un monumento, en tanto que tal hay significaciones que han querido ser concretizadas en la piedra, por la madera, por lo que sea… Hay espacios que hay allí, hay cosas que faltan y que uno supone que existían antes. La ruina nunca es completa, como la vida nuestra…
49 Escalones: Porque o sino no sería ruina…
Waldo Rojas: Claro, y son significativas en ese sentido. El viaje a Italia siempre me pareció muy emocionante, muy significativo… Quiero decir, yo sabía que todo eso existía, había visto fotos, pero estar ahí era otro cuento…
49 Escalones: : Hay otro componente fundamental en este plano, que es palpable a partir de tus primeros poemas. Me refiero al poder de la imagen y al sentido visual: no sólo pienso en las estructuras arquitectónicas, sino que también en las pinturas, en las fotografías, en el registro cinematográfico, e incluso en las mismas lecturas que tú realizas como poeta que capta a través de la visualidad. ¿Crees que la imagen repartida en los versos o en las palabras que tu poema va sugiriendo es un propósito que persigues?
Waldo Rojas: Yo creo que la visión, ciertas visiones, no necesariamente unas demasiado impresionantes, sino la visión en general, sugieren modos de decir, cómo digo esto yo, cuál es la palabra que viene al caso, y es muy posible que el poema nazca de eso, de esa manera de presentarse la visión. La visión es lo visual, pero es que lo visual agota la significación; la significación está en lo que tú le das como valor a esos objetos, paisajes, situaciones. Para mí el viaje a Italia fue muy significativo en ese sentido. Primero, por todo lo que yo sabía de la cultura italiana, en fin, todas las tradiciones que necesariamente tuve que conocer en la universidad, pero más que nada un reconocimiento, yo estoy acá, viendo esto. Todo lo que yo creía saber está siendo puesto a prueba acá, en esta visión. Yo me había olvidado de lo que podría haber pensado más tarde, como esta pregunta. Pero me ha quedado la idea de que eran textos que no podría haber escrito de otro modo.
49 Escalones: Lo preguntaba porque en Cielorraso hay una tentativa por darle cuerpo y forma a las siluetas o sombras que se proyectan en una memoria que está a punto de difuminarlas. ¿Consideras que existe una conexión con respecto a un tono evocativo, onírico incluso, en el sentido de lograr retener aquella imagen avistada, casi soñada, y que por ello hay una necesidad por captarla?
Waldo Rojas: Bueno, Cielorraso supone desde ya la interioridad de la casa, y el objeto del cielorraso es que te impide ver el cielo, que te introduce en lo real con su altura, en su interioridad, sin que ello implique una cotidianidad. La casa es ya una especie de metáfora. Si el poeta es un arquitecto del poema, siguiendo a Mallarmé, eso significa que el poema tiene techo y suelo, tiene veredas además. El poema es algo concreto en esos términos: hay un arriba y hay un abajo, hay un comienzo y hay un fin, hay un fondo y hay una inmediatez. En ese sentido, la palabra arquitectura la estimo pertinente. Y el poema tú lo habitas cuando lo lees, y al mismo tiempo él te habita. Ahora, habrá tantas escrituras como lecturas posibles; todo poeta que se estime parte, consciente o insconscientemente, de ese principio, de que se escribe para el lector: hay esa presencia del lector en el poeta, de todas maneras.
Sin embargo, cuando vino el golpe de estado, la primera decisión que yo quise tomar fue la de no escribir nunca más, porque el golpe implicaba para mí la ruptura con todo, con mis convicciones, con mi visión del mundo, con mi propia posibilidad de seguir existiendo, y quise justamente asumir esa voluntad de dejar la escritura, porque qué sentido tiene: mira lo que está pasando, mira lo que yo he visto, todo lo que tuve que vivir, y saber que otros vivieron.
Sin embargo, esto de escribir poesía no es cosa que uno decida biográficamente, con una voluntad prolongada en el tiempo. No, uno se reconoció poeta en algún momento y eso no cambia, aunque uno no siga escribiendo. Hay una visión de las cosas que pasa por allí, de todas maneras, una comprensión de las realidades verbales, de las relaciones del lenguaje con la gente. La poesía marca profundamente la relación de la cabeza con el resto del mundo, y la lengua pasa por allí.
49 Escalones: Ese trabajo exacto con la imagen, particular en su manera de ser expuesta, me hace pensar en la lectura que hiciste de Francis Ponge, poeta al que además has traducido. ¿Cómo piensas que te impactó esta lectura respecto de tu propio quehacer poético?
Waldo Rojas: Yo conocí su poesía antes del golpe. Me interesó cuando a nadie le interesaba mucho, incluso en Francia. Me quedó la idea de, una vez en Francia, manejando mejor la lengua francesa, conociéndola mejor, proponer esa traducción, que es un trabajo muy complicado. De hecho, a mi juicio, son poemas intraducibles…
49 Escalones: Claro, incluso hay muchas notas al pie en la Antología crítica (2016) que advierten sobre algunos juegos de palabras que no pueden ser traducidos al castellano…

Waldo Rojas: Porque la relación que tiene Ponge con la lengua francesa es hiperpoética, en el sentido de llevar la poesía al extremo, en que la relación del lenguaje ordinario con el lenguaje poético sea otro, es decir, una personalización total que lleve al lector a identificarse con el poeta, y hacer un esfuerzo mental de lectura para saber qué hay de novedoso, qué hay de interesante en esas fórmulas que son muy personales e inmediatas. No hay metafísica allí; lo que hay es un trabajo con la lengua y lo que la lengua tiene de concreto. Eso fue lo que me interesó, principalmente. El lector es alguien que también reescribe el poema.
Además, sobre lo intraducible, partamos de la base de que la poesía es intraducible, porque la relación que tiene el poeta con su lengua, es una relación de todos modos personal. Es decir, yo quiero que la lengua diga lo que yo quiero y no lo que la lengua quiera que yo diga. Esto, que puede parecer absurdo, tiene sentido cuando se escribe poesía, quiero decir: me interesa el lenguaje de una manera que no es habitual, sabiendo que no es habitual e invitando al lector no solamente a leer mi texto, sino a reflexionar sobre el modo en cómo está escrito. Y para llevarlo a aquello, el lector tiene que entender que no es el modo de hablar correcto, que la poesía es una manera otra no de hablar, sino de escribir; que el concepto de escritura pasa fundamentalmente por la definión de la poesía: no se escribe como se habla, y esa frase define un poco la poesía moderna. Sin embargo, es cierto que hay poetas que conceden a la lengua corriente un rol ligeramente mayor que lo que un poeta podría aportar.
49 Escalones: Muchas gracias, Waldo, por tu interés en compartir con nosotros tus ideas y apreciaciones sobre tu propia obra.

Enero, 2024.


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