Nuevos recovecos, fragmentación y ensayística.
Ensayos de una casa de Macarena García Moggia
Por Jesús de la Rosa
Confieso que gusto de disfrutar estos dulces instantes
y que prolongo siempre todo lo posible
el placer que encuentro en meditar
envuelto en el suave calor de la cama.
Xavier de Maistre, Viaje alrededor de mi habitación
Uno de los desafíos de mayor complejidad estético-literarias a las que se enfrenta un pensamiento, que más pronto que tarde termina puesto por escrito en el caso de los escritores, es la tarea de entrelazar sustantivos cuya distancia conceptual o simbólica parece insalvable, insostenible, distante, pero que, mediante un cuidadoso tratamiento, deben retornar a su punto de partida y ceder a un enlace directo que los haga dialogar. En este caso, las palabras casa y ensayo son las elegidas. Dos palabras cargadas de historia son las que abren puertas hacia disciplinas aparentemente dispares, como la arquitectura y la literatura, y a través de ellas se revelan disputas poco exploradas en el panorama literario actual: una ausencia de habla sobre el pensamiento caminante y el pensamiento estático, distintos lugares de la gesta de escritura y la condición personal y espiritual del acto de habitar.
La discusión se sumerge en vastos diálogos que se nutren de afinidades electivas en torno a la escritura o de quienes escriben sobre ella. Sobre mi mesa de trabajo no cesa el recuerdo de La palabra quebrada de Martín Cerda, el sacro método del apunte: Cerda hablando de la desaprobación de Nietzsche sobre que únicamente se puede pensar estando sentado. No es algo en lo que pudiera deliberar demasiado, ya que en los Alpes Suizos de Sils-Maria el pensador alemán recorrió y caminó en sus paradisíacos jardines entregando su pensamiento a un renovador flujo de aire suizo. Entonces, ¿pensar estando en un escritorio o drenar las pequeñas vías del pensamiento mientras se camina, tal como lo hizo Nietzsche, para alcanzar la pulcritud final de las ideas?
En diciembre de 2024, Alquimia Ediciones publicó Ensayos de una casa, de Macarena García Moggia (Viña del Mar, 1983). En esta entrega se entrelazan conceptos y símbolos de campos opuestos, que dialogan bajo un enfoque personal. Ese diálogo que hemos apuntado suele comenzar en el sagrado sector memorial de la infancia o, por otro camino, en las primeras impresiones de las grafías, ofreciendo un relato de no ficción que regresa al ejercicio primordial de reflexión en el espacio más íntimo y vulnerable: la casa. Esta se convierte en la segunda entrega ensayística por parte de la autora. En 2022, la Editorial UV presentó un libro titulado La transparencia de las ventanas. Ensayos sobre la mirada. Desde esa publicación, los lectores de ensayo en Chile sabíamos que una nueva entrega de García Moggia sería tan reveladora como la anterior, precisando —una vez leído— que esta vez sería un estudio cargado de matices personales y familiares.
Atraídos por su peculiar escritura, frente a nosotros un texto que funciona a modo de casa, compuesto por siete meditaciones (o habitaciones) que surgen a partir de divagaciones del cotidiano. Estas se centran en lugares como el muro, la cama, la mesa, la ventana (una vez más), las puertas, el cielo y el suelo. García Moggia reposa en citas de diversos autores que construyen la imagen de su casa-biblioteca. En un ejercicio de cercanía, estos ensayos se refugian en locuciones como “recuerdo que”, que aperturan una estrecha conversación entre lector y libro: “Supongo que fue entonces, en la temprana adolescencia, cuando descubrí que un libro en las manos hacía las veces de muro frente a los demás”.
El ensayo también es espacio de interrupción, pues su forma inicial, el pensamiento, ha sido quebrada, fragmentada. La casa es el espacio de intimidad, por consecuencia, los pensamientos gestados fuera de ella deben edificarse en su refugio, siendo este el recoveco de la creación. Está en discusión al respecto y no debemos perder de vista el tema. La propuesta de García Moggia recoge estas pesquisas con el fin de abordar nichos tan cruciales como la simbólica de la casa en un presente que solo se distancia de los verdaderos principios reflexivos, y se detiene allí, en paradas donde nadie parece reconocer haber llegado.
Si hemos de hallar textos inclasificables por su género, quizá el primero que llegue a mi biblioteca planetaria sea La poétique de l’espace de Gaston Bachelard, una propuesta de estudio de la fenomenología de los espacios, un cruce con lo onírico y la presencia del topoanálisis —como él preferiría llamarlo—. Sin embargo, la matriz de esta cosmología reside en el sustantivo francés maison, el cual encierra un universo complejo y personal al que nos recuerda, con algunas referencias y semblanzas, a Ensayos de una casa. Ergo, los supuestos estéticos varían, aunque se discuta sobre algo que parecía haber quedado en el olvido. En un siglo en el que la biblioteca de una casa no solo era un refugio, sino también un espacio que alimentaba el pensamiento, se establecía una relación similar con los jardines italianos, donde se pensaba que el intelecto se nutría a través de la presencia de esculturas. Ahondar en la maison, en la casa, o en el jardín, es volver para buscar respuestas sobre lo que podría ser el ensayo, en primera instancia, pero lo es también el cultivo del pensamiento y sus herramientas decorosas que no aíslan la composición de la ensayística dentro de ella: escritorio, muebles, armarios, cofres, ventanas o un talismán que guíe las palabras.
Digamos, una vía es desafiar a la literatura escribiendo acostado, aunque se debe pensar caminando: desde una postal francesa de Marcel Proust escribiendo A la recherche du temps perdu a Violeta Parra, acostada en su cama, recibiendo visitas. En gran medida, estas reflexiones que hoy son el libro de Macarena García Moggia, son reminiscencias a la maternidad y los años pasados, pero sin olvidar la infancia, punto de partida para una ensayística inexplorada sobre la casa.


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