Gustavo Ossorio y el linaje oscuro
Dossier especial de Reencuentros

En la poesía chilena pareciera existir un “linaje oscuro”. Algún académico tentó el concepto de “vanguardia de segunda línea”, en contraposición al surrealismo desbordante de Enrique Gómez-Correa y Braulio Arenas —por lo demás, ignorando a Teófilo Cid y Jorge Cáceres. El famoso antipoeta, a su vez, distanció esta escritura ante lo que él denominó poesía de “la claridad”. ¿Es posible la concepción de una Poesía solar y una Poesía nocturna? Resulta difícil. Más evidente es, ante un juicio escueto, que denominar la poesía como algo “oscuro”, dado lo ambigüo de la imagen construida o el lenguaje recargado de elementos oníricos y/o surrealistas, es una dificultad que habla más del lector que del fenómeno etiquetado; impoluto y ajeno al intento de categorización, la poesía siempre es otra cosa. Sin embargo, todo esto derivó en los vasos comunicantes que hermanó a una serie de poetas catalogados como “oscuros”, siendo el adjetivo una carga casi maldita que privilegiaba la lectura más hacia la forma de vida que al entendimiento de la obra. Poetas que sopesaron en sus palabras el sueño, la muerte, la visión y la alquimia, y que marcharon demasiado temprano a ese País que intuían en su escritura mágica. La victoria de su poesía nunca fue gracias al trato del dolor psíquico o al diálogo secreto con la muerte, fue a pesar de estos.
Hace algunas semanas, transitando por las calles de Buenos Aires, di con un ejemplar de Presencia y memoria del poeta chileno Gustavo Ossorio, hito considerable dado su común desconocimiento y el aprecio que desde joven extendía a la Obra poética del autor. Unos años atrás, en operación similar, una amiga retornó al país con un ejemplar de El sentido sombrío bajo el brazo. De interrogación toman figura ambos sucesos que se deben a un azar casi borgeano, libros escritos por un autor olvidado, demarcado entre la neblina de la realidad y el sueño, su voz invitando a la revisión de un ejercicio poético que se nutre de la respiración versal de autores desbordantes, pero con un control de aquel mismo cauce de sílabas y adjetivos, sin dejar de habitar el mundo onírico y el entendimiento ritual que cubre a la palabra. ¿No es extraña la presencia de Gustavo Ossorio en la antología 13 poetas chilenos; el ligero distanciamiento con la forma vanguardista, pero la resistencia en su lenguaje de símbolos y la dimensión metafísica que abre la palabra?
Mayor es la necesidad y la reverberación de esa voz postrera, catalogada en esa “poesía nocturna”, pues esta familia no cuenta con reediciones de sus obras, y si llegasen a existir dentro de los últimos diez años no han trascendido a nivel internacional, cabe acotar que esto no se produce por la calidad de sus poemas, ni el trabajo de elaborar un libro que contenga la obra literaria y documentos de interés sobre un autor ya fallecido, más bien por motivos ligados al ámbito editorial, ya sea el tiraje de publicación, como la distribución a librerías del extremo del país o inclusive fuera del mismo. Quizás el ejemplo que corre con mayor ventaja es la Antología de Carlos de Rokha publicada por la Editorial UV, durante el año 2022, dado el alcance mediante la distribuidora Big Sur, en conjunto a la serie de publicaciones que ha realizado la editorial Oso de agua. Saltando el nombre de Carlos de Rokha, nos encontramos con un terreno desolador para una cantidad inmensa de poetas: pienso en los casos de Rosamel del Valle, los dos volúmenes publicados 35 años después de su fallecimiento (J.C. Saez Editor, 2000), Humberto Díaz-Casanueva (Das Kapital, 2019), Boris Calderón (Ajiaco, 2015), Jaime Rayo (el solitario libro “Sombra y sujeto”, Ediciones UV, 2013) Jorge Cáceres (Editorial Cuarto Propio, 2005) Omár Cáceres (en este caso, solamente Presencia del ídolo reeditado por Lom ediciones y una edición facsimilar preparada por Pedro Lastra para la Biblioteca Nacional) y el mismo Gustavo Ossorio en un trabajo completísimo (Beavudreais Editores, 2009), el movimiento hacia los lectores solamente se logra a través de las llamadas “librerías de viejo” o “librerías virtuales”, a través de la recomendación de algunos ávidos lectores de poesía que pelean los nombres contra el olvido.
Valga el Reencuentro ante las presencias reales. En la presente nota extendemos algunas imágenes sobre ejemplares de los poemarios de Gustavo Ossorio, firmados por el autor a escritores y profesores argentinos, los prólogos escritos por los poetas Rosamel del Valle y Humberto Díaz-Casanueva, además de la “poética” escrita por Ossorio, meses antes de fallecer, para la antología 13 poetas chilenos de Hugo Zambelli, en donde compartiría páginas con autores como Jorge Cáceres, a quien también le restaban pocos meses de vida. Por último, una selección de cinco poemas pertenecientes a los dos libros publicados en vida por Gustavo Ossorio. Aprovechamos de extender el respeto y admiración por el trabajo realizado por Javier Abarca y Juan Manuel Silva, quienes elaboraron el libro Obra poética de Gustavo Ossorio en donde se puede consultar la obra publicada, la obra inédita, la obra pictórica y correspondencia del autor, siendo el intento más completo de recuperación en torno a la figura de Ossorio.
Bastián Desidel
Introducción y selección
Prólogo de “Presencia y memoria” (1941)
Por Rosamel del Valle

He aquí un poeta joven que ha referido la bella desgracia. Pudo haberse dejado tentar por las sirenas y buscar aquella para tantos adorable luz que no hace sino abrir puertas y por donde se pasa en una amable barcarola, en un dejarse rodear por el buen rumor y por la buena atmósfera. Pudo haber empezado a hacerse acariciar por lo fácil de los cinco sentidos vaciados en la parte menos insegura del hombre. Es decir, pudo partir con el romance o con cualquiera otra lámpara de oro con la que se suele conseguir, de inmediato, algo semejante a la satisfacción propia y ajena. Pero no ha sido así. Gustavo Ossorio ha preferido bajar la cabeza y escuchar lo que empieza a hacerse presente debajo de su alma, lo que todavía es un ruido, ya que sin duda alguna tiene algo que extraer de la espantosa realidad del ser y su tránsito terrestre. O sea, el lado obscuro de la gracia.
Admiremos el rumor lento y despiadado de estas páginas que apenas saben ofrecernos una copa de alegría, una voz de hombre envuelto en pequeñas luces, pero que nos conducen de la mano por nuestros propios secretos, por nuestras propias zonas, por las escalas menos holladas de la angustia. ¿De qué nos serviría una copa demasiado brillante o una voz lavada por la música? Nuestro estremecimiento es casi siempre un mensaje cifrado. Y no se diga que el poeta busca adrede las tinieblas. No se diga que apaga todas las luces para hallar el gozo de sus profundos tanteos en la obscuridad acogedora o esquiva. No se diga que su voz desea cavernas para oírse temblar y prolongarse en el eco. No. Dígase solamente que el poeta es el reflejo más o menos exacto del mundo, demasiado solo y demasiado acompañado en los laberintos de su claridad desgarrada. ¿Y qué otra luz mayor que la que trata de no perecer en un rumor de abismo en abismo, de ser en ser? Agregad a esto la extraña lección. Gustavo Ossorio no la ha buscado, sin duda. Pero pudo haberla rechazado como tantos otros que prefieren hacerse un buen lecho de lirios de la sangre responsable de su juventud. “Presencia y Memoria” pasará sin ruido al través de nuestras estatuas. Pero su paso logrará sumarse al de la poesía que le basta respirar y hacer crecer un árbol en la arena nocturna.

Ejemplar de Presencia y Memoria (1941) dedicado por Gustavo Ossorio al escritor mendocino Reinaldo Bianchini, mediante su compatriota, también escritor,
Ricardo Tudela.
Prólogo “El sentido sombrío” (1948)
Por Humberto Díaz-Casanueva
En forma constante, situado en los límites de su propia muerte, con una lucidez que es heroísmo por la cruel inteligibilidad a que trata de someter su MEMORIA primordial, este joven e inexorable poeta, hereditario de grandes buscadores metafísicos, nos entrega una nueva colección de poemas con experiencias más purificadas, pero no menos terribles. No hay fantasmagoría aquí ni realismo cromático, sino tensión constante y atención radioscópica para captar lo que transcurre debajo y encima de los muros terrestres, vivencias que no excluye y que por el contrario acepta como probatorias de su propio espíritu.
Para su vuelo abisal apasionado y sin tregua asistido por resonancias y voces deshechas, dispone este poeta de una conciencia lírica que jamás se desvanece y que obra conforme a sentido, dotada de esencialidad y disposición natural abstracta, que le da categoría muy pura y personal (puedo también decir ejemplar), dentro de su generación. Lo infranqueable del reino de su alma lo seduce y los muertos los declara a su favor provocando a los vivos. Pero lejos están aquí el ciego arbitrio, las imágenes viudas de toda idea o la inspiración de pies desnudos chapoteando en la noche. Este es más bien un poeta austero, que exhaustivamente y en exceso despierto dentro de su propio sueño, socava su MEMORIA con manos trémulas y ascéticas, lleno de interrogaciones, la frente como desaparecida debajo de las horas, buscando algo más profundo que la embriaguez de la imaginación, la melodía sonámbula o la fugaz centella. Este es el lenguaje de un corazón demasiado encadenado a su secreto y consciente de la destrucción que constantemente lo amenaza. Trasluce el centro mismo en donde se produce la irrupción de su vida inaprehensible en su vida personal. Comprendemos su jadeo, su violento pulso y tiniebla contenida. Pero no sucumbe a su vértigo (“sin embargo, no significa la muerte..”) ni la conquista de esos signos extraños lo desgarra hasta quedar hueco de su función terrenal o invalido para la conciliación con sus semejantes. Esta poesía que emociona por el grado prodigioso con que penetra en zonas donde ya se pierde el aliento, no es fuga, sino participación en metamorfosis simbólicas para ampliar y fortificar su presencia humana.
Ha preferido este poeta, perseguido tenazmente por su mensaje, seguir un camino subterráneo y se abre paso devorando su propio camino. Pero lo que ha emprendido no es preparación para la muerte, sino preparación para la vida. Se ama más el mundo cuando se soporta mejor la visión de nuestro origen y de nuestro fin y se asiste a nuestra propia muerte para otorgar un sentido a la existencia. Tanta fuerza interna, cuchillo de mango resplandeciente y vigilia al borde del abismo, hacen de este libro uno de los documentos más valiosos de la nueva poesía chilena. Atravesado de parte a parte por muchas flechas, veo que fluye de este corazón “LA SOMBRA PARA MERECER EL DÍA”.

Ejemplar de El Sentido sombrío (1948) dedicado
al profesor argentino Pablo Girosi.
Presentación en antología 13 poetas chilenos
La poesía no es para mí ni el anecdotario rimado, ni el romance, ni nada que emita destellos ni signifique una decoración amable ni una música sensual. Ella es para mí el verbo encendido que con una tremenda voz clama por el lugar justo del hombre entre sus semejantes; y es el vestido mágico para aparecer y desaparecer a voluntad; y el don de salir de uno mismo o de entrar en uno como un ojo encendido, para visitar la sima profunda.
Selección de poemas
De Presencia y memoria (1941)

Propósito
Cruza el pequeño viento la tierra
Aparecido caído de alto fuego
Pegado al agudo súbito de ti
He aquí tu gran rumor venido a limitado extremo
Precediendo a las cosas adorables
Ávidamente penetrando
He aquí por otra parte
Tu tranquilo material
Tus ojos tus manos la longitud de tu voz
Lleno todo de oculta destrucción
Y también
El lugar de tu sombra completamente
Para medir tu circulación abro mis brazos
Tu circulación larga anochecida
Extremada de siempre ser
Substancial de abarcar de invadir
Tocado el directo invisible
Rodeo lleno de perdición
El tiempo perpetuo alrededor
Como si hubiera una gran siembra
De piedras resonando
Ah si yo estableciera mundo adentro
Si yo aumentara un poco cada día
El ininterrumpido sello de mis estaciones conocidas
Si siquiera sometiera a mi medida
La ciencia de velar antes o después
Por tu acaecer contrario al extravío
Justa
Tu cara enteramente hacia alto dueño
Tu abandono a hora de brotar
Tu defensa a menos sangre cada vez
Dispuesta y postrera
Cómo cae confusa cae
Cómo adquiere gran pasado
Tradición entraña sistema de acabar
Desde mi calor independiente
Abarco tu callar tan común
Ante mi adverso lugar
Que une viejas muertes
Yo te aguardo
Mientras algo se trastorna
Fuerza apenas desmentida
Definitivo apareciendo.
Ocupación del mundo
Porque me despierto a veces
Aumenta mi destino a sucumbir
Me impregno de tus vegetales tintas
De tu adorable gran relámpago
De tu nocturna obligación
Voy por el inalterable paso del viento
A ser yo solamente
Largamente contra mí
Hundo lo que mi piel estableció
Avanzo con dos alargados fríos
Hacia la pérdida final
Todo el valor apenas profundo
A lento ígneo pie
Revuelve las cosas establecidas
Las cosas que vemos y tocamos
Hoja leve
Alto vacío
Desventura
Circulación
Rumbo confuso
Tú partes invadida de mí
Partes a hurgar mi vestigio
Tu raíz plasma refugios profundos
En lo lejano
Rueda inaccesible el denso vino del recuerdo
A veces se entreabre la frente
Para temblar por esta presencia celestial
A veces parece sacudir las mañanas
Replegarse en mi cara
Estimulada de sucesivas estrellas
Para quedar al fin
Entre los huesos y el puro fuego externo
Desposeído
Lento de perfección
Quién limitó la seguridad de temer
Quién hizo y deshizo el tiempo de gran confusión
Qué quedó olvidado en tu piel
Quién emigró al perfume geográfico de tu curso preciso
Quién quién pudo traer tanto día a nuestro sueño
Perpetuamente respiro el pesado miedo
De saberlo alguna vez
Por las calles
Entre estos lugares habitados por completo tu forma pura
Va tranquila.
Presencia y memoria
Violento verbo para orientar el aire como una flecha final
Entre las alas enlazadas del corazón
Acto solo
Pájaro seguro
Yo vivo y amo el rumbo que marca en mis venas
La tempestad de tu mito
Pero no sé cómo acudir a tu paso
Cómo concertar los años y cuándo
Si en mi voz un párpado y la sangre se cierran
Y su condición perjudicial echa sobre el día una cadena
Si entro al espejo y ya no me puedo ver
Pero es posible aún que algunas banderas nazcan de pronto
Para prologar la oscuridad
Es posible que un día mi sombra salga de su piel
Sin poder decir nada
O que un gran fuego llegue hasta la tiniebla
Y la destruya
Así resiste el hombre en su frente a su verdad
Y lucha cercado de ruinas y luz
Solamente la luz llena de agua y eco
Así el hombre ancla en su muerte
Mientras la sombra habita su materia
Y un ojo terrible va creciendo en su noche
¿Qué agregar entonces al silencio para que se alce y vaya
si nada hayp ara establecer el árbol
que sentimos crecer en la memoria?
¿Cuál agua llega y de dónde?
¿De dónde el humo adentro del río
el humo que florece más cada día?
Humo herido que amanece y reside
Que cae y duerme en su rumor
Labrado de puras despedidas
Como un aliento sin cara
Como una lengua sola con una sola perla
Y un vapor de oscura estrella
Llega el olor morado que anuncia la tragedia
La tierra va con sus años y su hierba
Y algo de eternidad crece en la mano iluminada
Yo lo sé
Hay lugares en que nada es posible hallar
En que nada se sabe del día o de temblar
Hay lugares de invisible substancia
Doble residencia y pie lejano
En donde el astro busca su color
El color normal de su noche y su sobremar abierto y detenido
Allí el hombre recurre a fundar su palabra
O el espacio de su voz
Allí percibe la simultánea estatura de su soledad
Y su inútil espina
Allí ocurre a morir para no oír cerrarse de pronto la sombra
Como un eco
Allí yace sometido para siempre a la vida
Devorado por certezas y a veces azotado por su olvido
Hecho para gemir y guardar su rayo estremecido
Con una forma fija y un péndulo sonando hacia delante
Entre sus ojos y la visión antes de ver
Oyendo palabras que nadie dijo
Con las manos ausentes sin dedos
Sin nada que tocar ni conquistar
Antes que lo movible incorporara vértigo a los días
Antes del ruido
Sordo y parecido de fantasmas primarios
Duro como presagio
El pelo frío crecido
Y nadie para sufrir y morir al alcance del corazón invencible
Violento verbo de aire
viento verbal de mi amargura
Hecho de vidrios y errado resplandor
Yo transcurro en medio de tu color
Tu medida y tu sendero
Yo amo el rumbo de mi pie
Tu mito de violencia y espacio subterráneo
Amo la sal y el árbol limpio frente al grito
Me dispongo a la espera
A la noche
A la nube
Voy simplemente entre dos vidas
Con el destino y la constancia perdida entre los sueños
Fuera de la presencia
Siguiendo su abatida huella tan de cerca
Tan hondo que duelen los huesos removidos
Y la estrella y los pasos inseguros
Cuando mi sombra admirable regresa a su peligro
De El sentido sombrío (1948)

El sentido revelado
Soy simultáneo a la noche,
La noche cortada por vellos,
Con un olor a humo y a piedras calcinadas,
La noche en que mi apariencia se extiende
Y llega a ti como un apagado brillo.
Nada recuerdo y de un helado metal formo parte,
Duro e ignorado por los viajeros.
Tengo lengua y una luz la ilumina cuando despierto.
Tengo llaves que abren la entraña
Y el fin ocultan del tiempo que palpita
Entre mis imágenes cambiables.
En gran oscuridad y sin defensa
Yo me sumerjo para salir puro.
Los pensamientos y las cosas veo
Sin guía a través de árboles,
A través del suelo transparente.
Pero nada se salva de las aguas que inundan
Sino los ojos y la cara desconocida
Que tantas veces se transforma.
Heme aquí muerto por imposibles.
¡Ah, cómo el aire a paso de sueño
Me aproxima a la destrucción!
Muero, salgo y hago el signo del terror
Para que repares en mí,
Y me desnudo, seguro y central,
En la casa iluminada.
Tú clamas, confusa, entre fuegos
Y una uña de cristal te desgarra la voz.
Apenas vives
Y en un aceite consagrado hundes tus dedos.
El alba resuena entretanto
Y a lo lejos hay cabelleras que ensombrecen el muro:
Acaso eres tú quien llega
Y con un dardo abates el corazón turbado;
Acaso no seas tú
Y sólo sea tu sangre que golpea en mis pupilas
Acaso te hayas ido a dormir entre ciegos extraviados
Para escuchar mejor mi miedo…
Ay, qué será de la vida voraz y las hogueras de mi gozo
Penetro solo a los años inesperados,
De una puerta a otra voy, llamándote
Y a prueba pongo tu eco.
En una niebla huyes, ausente y vencida por cadenas.
Después hablas y ríes, ocultando el espectro a mi ansiedad.
Pero yo te arrebato a las presencias negras
Y en medio de un espanto que corta en dos la sombra,
Te conozco
Y me habitúo a tu amor.
Sumisión al orden oscuro
Por un acto estéril que nadie siente,
Que nadie ve ni respeta,
De nuevo el sagrado vínculo me ata a su absoluto equilibrio.
¿Cómo ser alimento de súbditos
Si hay un poder que asumo en medio de turbaciones?
Yo soy un buen hijo y un buen padre
En esta alianza de tristes familias.
Yo guardo mis ritos
Siempre válidos para que nadie exista
Sin una inversa voz de pecado.
Porque no basta que un hálito de irradiante materia
Llegue hasta la sombra y la descubra,
Ni basta que una enfermedad
Socave nuestra mirada para prestigiarla.
Nada mejor puedo señalar
Que este hilo que rodea la muerte y la purifica.
Su contacto se hace fuerte como la ancha plaza
Y todo cuanto toca tiene un nombre prohibido.
Para cruzar desde el oscuro dominio
Hasta su presencia,
El hombre sale de su templo y muere.


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