Sobre La oscura semejanza del fuego de Ismael Gavilán
Por Bastián Desidel Escurra
La publicación de Mundo visible (2021), poesía reunida de Ismael Gavilán (1973), no implica el cese de una actividad poética, más bien es una constatación del camino y un nuevo punto de inicio para la escritura de un autor en una etapa literaria efervescente; así nos sorprende Ediciones Altazor, pues en el presente año contamos con la silenciosa publicación de La oscura semejanza del fuego (2025), poemario que rescata implícitamente esta tensión escritural que ya intuía Ismael Gavilán en su juventud y que reafirma en el pasado cercano. La búsqueda del cuerpo en la designación que ofrece el lenguaje, la otredad perdida en los límites de lo decible: la escritura en sí misma como acto de erotismo. La persistencia del motivo temprano, sin caer en vértices psicoanalíticos, permite la lectura de la vía de una pluma, pero también sus variaciones estilísticas, lo cual hace de la reciente entrega una nueva experimentación, triunfo en sí misma, de un lenguaje que ha tornado palpitación de lo intuido, una manera de sustraer desde el lenguaje surrealista la densidad interior de la naturaleza, un Orfeo buscando la entrada al Hades, la sed de otredad que Octavio Paz ve en Paolo y Francesca, amor y erotismo. Pero, ¿a qué nos referimos con esa tensión que adopta sonido e imagen en la lira y cuerpo del cantante de Tracia?
1996, un apóstata joven poeta tanteaba los bordes de su propio lenguaje, sobre la catábasis y anábasis órfica traza un espejo que le permite escribir su propio viaje. Se publica la obra prima de Ismael Gavilán, Llamas de quien duerme en nuestro sueño, bajo el sello editorial Ediciones Maná. Lejos de ser un libro pueril o inocente ante el desconocimiento de las “brillantes tradiciones”, se logra apreciar un verso incisivo, de un continuo reconocimiento del oficio poético como de un ejercicio sacro y oculto, el libro recorre a sus anchas un camino silencioso entre la crítica de la época. Una clara distinción se producía, inevitable y no intencional, al parar junto a las publicaciones pares a Llamas de quien duerme en nuestro sueño, y específicamente el poema central: “Ella y las palabras”, pues en este poema es en donde refulge el entendimiento erótico de la palabra en tanto la nominación ejerce una tracción a la imagen y el cuerpo. “Ella es palabra” sentenciará Ismael en su “ad portas”. Sin embargo, la primera piedra lanzada por los espacios literarios, no siempre es motivo de arrepentimiento, Ismael Gavilán inicia su poesía reunida con Euridice duerme en nuestro sueño (1994-1996), modificación de aquel libro primerizo y que sugiere un punto de partida conectada con el cierre de su obra reunida. Fuera de las modificaciones particulares de este conjunto, la importancia de este libro reside en la capacidad de Ismael para fijar la figura de Eurídice como elemento central en su poética y la posibilidad de lectura que ofrece el sustrato simbólico del mito órfico en sus poemas, ahora acercando una llave de lectura ante la voz surrealizante de La oscura semejanza del fuego, voz en búsqueda del otro, del cuerpo perdido y titilante.
No solamente es un continuo temático, la aparición de La oscura semejanza del fuego ofrece la oportunidad de señalar la exploración de la prosa poética en la producción de Ismael, forma no explorada hasta el presente poemario. Consideremos que la tradición del poema en prosa cuenta con algunos adherentes a lo largo de la poesía chilena, pero no los suficientes para establecer un punto matriz. Lo cual, a todas luces, es decir poco. El poema en prosa se debe, de igual forma que el poema versificado, a la musicalidad y la concisión de lo dicho. El poema es en la justedad de su decir, no obstante la ausencia de herramientas como el encabalgamiento, las pausas versales, la disposición gráfica, presenta una dificultad al ordenamiento musical del signo en el espacio que ofrece la hoja. Entonces, ¿cuál es el imán que unifica la estructura del poema en prosa? En el caso del reciente libro, podemos apreciar la conjugación de un tejido onírico donde, como un fuego inacabado, asistimos al ritual de la continua transfiguración de elementos naturales y objetos que alumbran la presencia y ausencia del cuerpo, la distancia que se extiende y se contrae entre la voz y lo designado. Así La oscura semejanza del fuego permite la lectura de la continua metaforización del entorno, haciendo de este espacio el lugar de aparición del cuerpo, en cada uno de los rostros asciende la forma de lo perdido y anhelado. Si bien el poema está escrito en prosa, el entendimiento musical de la palabra hila en estos poemas una cadencia marcada por la sentencia, que se extiende a momentos para producir la conjunción de símbolos en diálogo discreto y que vela al poema de un aire ritualista.
Imagen
Hay respuestas. El día celebra tu aparición insuperable. Para él es irresistible la niebla de tus ojos o el aliento con que recubres las paredes del sueño. El sol, grabado en el párpado oscuro del jardín, convida a la entrada de la sangre. Sabe que tu amplia sed abriga dedos que son un precipicio entre el tiempo que retorna y el gorjeo de horas reunidas. Su tumulto avanza como selva luminosa, jadeo que al hastío robará hollín, palabras desgastadas. Hará resaltar tu silueta como comienzo y vaticinio. Será huésped que deja de nombrar los días.
“Nada más irreal que la existencia” dirá Rosamel del Valle en su poética en la antología de Anguita y Teitelboim. Al igual que Orfeo ante el mandato del Dios del inframundo, no voltear ante Eurídice mientras cruzan el hogar oscuro, el ensamblado onírico del lenguaje configurado por Ismael permite auscultar esta presencia, más no mirarla a los ojos por el temor de la disipación. Al igual que Orfeo nos preguntamos: ¿allí se encuentra el cuerpo, donde los símbolos fulguran? Ella es tratada indirectamente en la estela que mantiene prendada su figura, y no se trata de la extracción de Eurídice desde la oscuridad, Ismael sabe que en el último minuto nuestra carne y el deseo nos traicionan: la metáfora per se es acceso y descenso a la realidad última, una manera de sostener el secreto, la videncia que se mantiene cifrada. Valga el título del poemario, mirar las entrañas de la llama nos ofrece las visiones más reales mantenidas en continuo cambio. Así el descenso y la revelación se construyen a través de estas imágenes y sensaciones, visiones que pendulan hacia la cercanía y distancia de la musa. Jamás contacto.
Ahogo y revelación
Eres la proximidad de la distancia cuando tus labios escriben la caída de mis dedos. La soledad ardiente que suspende la voz del movimiento. No hay preguntas. No hay coros al acecho tras la destrucción de las máscaras. No hay extrañeza en la desnudez que vuelve a abrir cicatrices. En ti la noches es una ciudad irreal donde el cuerpo destroza el reflejo de mi cansancio. Por eso el verano palpita al borde del agua y trae la música de tu boca encendida. El ahogo y la revelación, la húmeda fatiga celeste en medio de tu sangre victoriosa y mi piel derrotada. Esa es la inscripción sin límite que escribe nuestro descenso. Ese es el eco que carcome nuestro vientre con oscuras tijeras de lava. Esa es la marea y la sombra que dibujan el feliz balbuceo del aire. El extraño y dulce vacío de los dioses ausentes.
A lo largo de la obra poética de Ismael se pueden realizar ciertas triangulaciones que permiten la lectura concienzuda de un proyecto de obra. Un devaneo por las formas poéticas y del pensamiento. La oscura semejanza del fuego es la conquista de una forma poética que lleva en cadena un libro previo: la escritura de memorias y notas de Necesidad de la promesa (2024) permite la extensión y el desarrollo de ciertas imágenes recuperadas y lecturas que atraen a otras como imanes. Pero en donde La necesidad de la promesa es el despliegue de la palabra hacia el rescate y memoria de los paraísos perdidos, las calles transitadas, los amigos olvidados, La oscura semejanza es permanencia e insistencia en la sed de otredad de aquella llama doble, amor y erotismo, confirmación en la palabra oculta. Orfeo es atemporal. ¿No todo poeta debiese cantar a la manera del héroe trágico de Tracia? ¿Acaso el canto no debe sobrevivir a su catábasis y sostenerse en la vibración del cuerpo del mundo?


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