[ lectura y crítica ] 

Siete poemas de «Otra orilla» (2023-2025) — Ismael Gavilán

Otra orilla: esa otra realidad, remota, que forma íntima parte de la experiencia de paso, pero también el lugar de naufragio donde vienen a recalar la experiencia humana y las ausencias que lentamente se han ido acumulando. Cada poema de esta breve selección está trazado por la pérdida y el apaciguamiento. En ella se dibuja un espiral de lejanías infranqueables, de una Arcadia imaginada, jardines y “pequeños paraísos”, con versos de opaca contención y frágiles destellos. Quizás un título como Otra orilla tenga alguna resonancia en Octavio Paz, en una de sus páginas donde se pregunta justamente sobre este y “ese otro mundo” de la experiencia poética, llevada al azar de las revelaciones, que a veces, como en estos poemas de Ismael Gavilán, es el encuentro con la propia nostalgia y también, por qué no, fruto de su deseo.

Benjamín Carrasco Bravo


Siete poemas de Otra orilla (2023-2025)

Por Ismael Gavilán

  caer  y recaer
en las mismas alianzas y  celadas del sueño
(Pedro Lastra)

*

Leo en estas páginas
aquello que desconozco.

En ellas buscaba
una Arcadia o un viejo Paraíso.

Tras los años se difuminaron
sin saber nadie dónde y cómo.

La ausencia de siempre
negando salir de su propio laberinto.

*

Dejo abierto lo que digo
en el reflejo opaco
de la arena:

inmensidad sin nombre
como vacío escrito por el viento:

raudal que disipa
sin moverse
la órbita de mis ojos.

*

Esa fugacidad cotidiana
es la penumbra del jardín.

No la sé nombrar,
la olvidé decir.

Pero me nombra desde niño.

*

Esos lugares contigo;
imaginados
en el vaivén del desastre.

Lugares de luz
y extraña felicidad
donde palpábamos la sal marina
para olvidar caminos diferentes.

Lugares aún no dichos
como raíz de lo inasible:
un fragmento de memoria,
el almendro en flor,
los acantilados desafiantes,
senderos y bosques
que pasaron por nosotros.

17 de agosto de 2024

*

Punta de Lobos

A veces olvidamos decir
el espacio donde vuelan las gaviotas.

Un olvido indiferente para ellas
cuando planean encima de los roqueríos.

En verdad el mar olvida decirnos
al ser nuestra mirada destruida por el viento:

ese instante que apenas recordamos
al habernos transformado en pájaros terrestres.

*

Pasan los días.

Nosotros con ellos.

El silencio del almendro
sigue ahí, sereno.

También el tacto del aire,
siempre igual a sí mismo.

Agosto diciendo
el poema que jamás podré escribir.

*

Era otra la versión de todo esto:
movimiento ligero de la soledad,
rictus discreto de los rostros.

Otra versión de esa memoria
empecinada en destellos
que emergían desde las conversaciones.

Siempre un poco de incertidumbre,
lejos de todo
pero escribiendo una y otra vez
la fragilidad de cada cosa:
el pequeño paraíso de nueces en abril,
el tibio aroma de la manzanilla,
las palabras silenciosas de mi padre
para conjurar la amenaza de la desolación.


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