Cartas de George Eliot
Selección y traducción de Macarena Castro
En 1985 Gordon S. Haight edita, a partir de la ingente publicación de nueve volúmenes de la correspondencia de George Eliot, una selección de sus cartas en un sólo volumen (Selections from George Eliot Letters, Yale University Press). Aquí se presenta una recopilación aún más acotada, la que aspira a dar cuenta de las variadas épocas de la vida de Mary Ann Evans: desde el quiebre religioso con su padre, su labor de traductora, su relación con el amor de su vida George Henry Lewes, hasta su consagración como novelista y cuestiones de orden mundano, entre otros. Las notas explicativas corresponden a Haight.
1. A Robert Evans1, [28 de febrero de 1842]
Foleshill una mañana de lunes.
Mi querido padre:
Ya que todos mis esfuerzos para conversar han, hasta ahora, fracasado en informarte de la naturaleza real de mis sentimientos, me veo inclinada a intentar expresarme de una manera más clara en papel para que así ambos, yo al escribir y tú al leer, tengamos nuestros juicios despejados de sentimientos, lo que raramente sucede cuando estamos juntos. Deseo remover completamente de tu mente la falsa noción de que estoy claramente inclinada a unirme a alguna comunidad cristiana, o de que tengo alguna afinidad de opinión con los Unitarios más que con cualquier otra clase de creyentes en la autoridad Divina de los libros que comprenden las Escrituras judías y cristianas. Considero estos escritos como historias consistentes de verdad mezclada con ficción, y aunque admiro y aprecio mucho lo que creo fueron las enseñanzas morales de Jesús mismo, considero el sistema de doctrinas construidos sobre los hechos de su vida y dibujados en cuanto a sus materiales a partir de nociones judías como los más deshonrosos a Dios y los más perniciosos en su influencia en la felicidad individual y social. Al analizar así este tema tan importante estoy de acuerdo con algunas de las mentes más extraordinarias de la Cristiandad de las épocas pasadas, y con la mayoría de las mismas en el presente (como un caso más familiar a ti que cualquiera que podría nombrar me permito mencionar al Doctor Franklin). Siendo así mis convicciones muy fuertes, no puede ser una cuestión para ninguna mente de estricta integridad, no importa el juicio que se realice sobre su verdad, que no podría sin una hipocresía vil y un sometimiento servil y miserable al aplauso del mundo por el bien de mis presuntos intereses, profesar el unirme a un culto que desapruebo totalmente. Esto y sólo esto no haré ni siquiera en tu beneficio —cualquier otra cosa no importa cuán dolorosa me atrevería alegremente a hacer para darte un momento de dicha.
No espero convencer a ningún otro miembro de nuestra familia, y probablemente a ti tampoco, de que soy realmente sincera, que mi único deseo es caminar en ese camino de rectitud que por más escabroso es el único camino a la paz, pero la posibilidad de desprecio y rechazo no me desviará de mi determinación en lo más mínimo hasta que sienta que deba hacerlo. A partir de lo que mi Hermano ha más que insinuado y a partir de lo que tú mismo has sugerido me doy cuenta que tu instalación en Foleshill se considera como un gasto innecesario, el que no tiene otro objetivo que el darme un centro en la sociedad —y ya que ahora consideras que he puesto una barrera insuperable a mi prosperidad en la vida, se frustra este único objetivo de gasto considerado un inconveniente por el resto de la familia —me alegra de todos modos que esto esté claro para mí, ya que no podría ser feliz de permanecer como una carga o un absorbente injusto de tus frutos ganados con tanta dificultad los que podrían ser mejor usados entre mis Hermanos y Hermanas con sus hijos.
Sería igual de feliz viviendo contigo en tu cabaña en Packington o en cualquier otra parte si puedo de ese modo asistirte en lo más mínimo en tu comodidad —al menos por supuesto que fuera el caso prefiero depender de mis propias energías y recursos débiles como son —no temo nada aparte de dejarte voluntariamente. Puedo hacerlo alegremente si así lo deseas y me iré con una profunda gratitud por toda la ternura y la generosa bondad que nunca te has cansado de mostrarme. Lejos de quejarme me someteré jubilosamente si como un castigo adecuado por el dolor que involuntariamente te he provocado, determinas asignar cualquier provisión que podrías haber destinado a mi futuro sustento a tus otros hijos que puedes considerar más merecedores. Como última defensa de ella misma, de parte de quien no tiene nadie que hable por ella, se me puede permitir decir que si alguna vez te he amado lo hago ahora, si alguna vez busqué obedecer las leyes de mi Creador y obedecer dondequiera me puede llevar tengo esa determinación ahora y la conciencia de esto me sostendrá aunque cada ser de la tierra me desaprobara.
Tu hija afectuosa,
Mary Ann.
2. A los Brays2, [4 de diciembre de 1849]
107 Rue des Chanoines
Querido señor Bray:
Le escribo de una vez para responder a sus preguntas de negocio. Spinoza y yo hemos estado divorciados varios meses. Mi falta de salud me ha obligado a renunciar a toda aplicación. Camino, toco el piano, leo a Voltaire, hablo con mis amigos, y tomo una dosis justa de matemáticas todos los días para prevenir que mi cerebro se ablande. Por lo tanto no estoy ansiosa de sustituir ningún trabajo de otra persona, y el señor Chapman está absuelto de mantener cualquier delicadeza hacia mí sobre Spinoza o sus traductores. Si está ansioso de publicar la traducción en cuestión, podría, después de unos meses, terminar el Tractatus Theologico Politicus para acompañarlo —pero le confieso, que creo que haría mejor en abstenerse de imprimir una traducción. Lo que se necesita en Inglés no es una traducción de las obras de Spinoza, sino una apreciación ponderada de su vida y su sistema. Después de que uno ha traducido su Latín fielmente al Inglés, uno siente que hay que hacer otro proceso aún más difícil de traducción al lector, y que la única manera de hacer a Spinoza accesible a un número más grande es estudiar sus libros, después cerrarlos y dar un análisis. Para aquellos que leen las mismas palabras que Spinoza escribió, existe el mismo tipo de interés en su estilo tal como en la conversación de una persona de gran capacidad que ha llevado una vida solitaria, y que dice desde su propia alma lo que todo el mundo está diciendo por repetición, pero este interés dificilmente pertenece a una traducción…
Igualmente a mi querida Cara. Su carta es para mí muy dulce, me da la imagen de su tranquila vida. ¿Cómo puedo permitirle que se imagine la mía, dado que no sabe nada del área? Mis buenos amigos aquí sólo cambian para mejor. La señora D’Albert es toda afecto, el señor D’Albert todo delicadeza e inteligencia, los amigos que me han introducido muy amables en sus atenciones. De hecho, no quiero nada más que un poco más de dinero para sentirme más tranquila respecto de mis pasiones, etc. etc. Estoy en una atmósfera de amor y refinamiento —incluso la pequeña sirvienta Jeanie parece quererme y me trata muy bien cada vez que viene a la habitación. Puedo decirle cualquier cosa al sr. y sra. D’Albert. El señor D’Albert entiende todo y si la señora no entiende, cree —es decir, parece segura siempre que quiero decir algo edificante. Me besa como una madre, y soy suficientemente una bebé para encontrarlo una gran adición a mi felicidad. Au reste, no me cuido de nada. Soy una especie de cuchara supernumeraria, y no habrá ningún daño al juego si me pierdo. Es diferente con usted, y no puedo evitar que me entristezcan la idea de pérdidas y posibles renuncias que se le puedan exigir. Las ataduras de mi corazón no se sueltan por la distancia —no es esa la naturaleza de las ataduras— y cuando pienso en mis seres queridos para quienes puedo ser un consuelo o ayuda anhelo estar con ellos de nuevo. De otro modo sólo puedo pensar con un estremecimiento el regresar a Inglaterra. Me parece como una tierra de pesadumbre, de ennui, de lugares comunes, pero en el centro de todo esto es la tierra del deber y afecto, y la única ardiente esperanza que tengo para mi vida futura es que se me haya dado algún deber de mujer, alguna posibilidad de dedicarme a algo en lo que pueda ver un resultado diario de una bienaventuranza pura y tranquila en la vida de otro… Todos los deleites posibles de Navidad y comodidades a todos ustedes.
Tu afectuosa,
Mary Ann.
3. A Vincent Holbeche3, [13 de junio de 1857]
Rosa Cottage | Gorey | Jersey
Mi estimado señor:
Acabo de recibir su carta escrita a petición de mi hermano, y con gusto le respondo de una vez con una declaración de los hechos sobre los que desea información; aún más, porque anticipé la probabilidad de que tuviera que escribirle en calidad de fideicomisario conjunto bajo el testamento de mi Padre. Mi hermano ha juzgado sabiamente en rogarle que se comunicara conmigo. Si sus sentimientos hacia mí son de enemistad, no hay necesidad de que sufra por cualquier comunicación directa conmigo; por cierto, si me hubiera escrito en un tono que no habría reconocido (dado que no estoy consciente de haberle infligido ningún daño) yo misma habría empleado a un tercera persona como correspondiente.
El señor Lewes es un escritor conocido, autor entre otras cosas de la “Vida de Goethe” y de “Historia Biográfica de la Filosofía”. Nuestro matrimonio no es legal, aunque ambos lo consideramos como una unión sagrada. Él es incapaz en el presente de contraer un matrimonio legal, porque, aunque privado de su primera esposa hace mucho tiempo por su mala conducta, no está divorciado legalmente. He sido su esposa y he llevado su nombre por casi tres años; un hecho que ha sido conocido por todos mis amigos personales excepto los miembros de mi propia familia, de quienes lo he ocultado porque, sabiendo que sus puntos de vista de la vida difieren en muchos aspectos del mío, he deseado no darles más dolor innecesario. Otras consideraciones, sin embargo, me han resuelto finalmente a informarles de mis circunstancias y de las responsabilidades que, de por vida, he asumido.
Quizás sea conveniente mencionarle que no dependo de nadie, la gran parte de mis ingresos por varios años obtenidos de mi propio y constante trabajo como escritora. Se dará cuenta, por lo tanto, de que en mi conducta hacia mi propia familia no me he conducido por ningún motivo de egoísmo, dado que no he estado ni recibiendo ni esperando el más mínimo favor proveniente de ellos. El señor Lewes, como ya he señalado, tiene una cuenta en el banco de la Unión de Londres, la sucursal de Charing Cross, 4 Pall Mall Este. He solicitado que cualquier dinero que se me deba a mi sea pagado a su cuenta aquí, porque ya que estamos frecuentemente fuera de Inglaterra y lejos de la ciudad, la emisión de cheques es atendida con mucha incomodidad. Asumo que tengo el derecho legal de designar el pago de intereses que se me debe a cualquier persona que pueda elegir. Pero si hace falta tomar algún asunto en consideración, que he pasado por alto o del que soy ignorante, usted amablemente me lo hará saber.
Me satisface comunicarme con usted sobre este asunto, más que con cualquier otro, no sólo porque generosamente se comprometió, por la amistad a mi Padre, en convertirse en mi fideicomisario, sino porque aprendí de él que se debe a su estimada recomendación que se tomara alguna disposición en mi favor durante el primer año después de la muerte de mi Padre. Apuesto a que ha olvidado la circunstancia, pero siempre he recordado con gratitud ese momento de consideración en mi nombre, y me alegra tener la oportunidad de reconocerlo. Permanezco, mi estimado señor,
fielmente suya,
Marian Lewes.
4. A la Sra. Eugene Bodichon4, [5 de mayo de 1859]
Holly Lodge, 5 Mayo. 59
Que Dios te bendiga, querida Barbara, por tu amor y simpatía. Eres la primera amiga que ha mostrado algún síntoma de conocerme —el primer corazón que me ha reconocido en un libro que ha aparecido de lo más profundo de mi corazón. Pero mantén el secreto solemnemente hasta que te permita contarlo, y no te entregues a impulsos de afección triunfante. Tienes sentido suficiente para saber cuán importante ha sido el incógnito, y estamos ansiosos por mantenerlo unos meses más.
Curiosamente, mis antiguos amigos de Coventry que ciertamente han leído el “Westminster” y el “Times” y probablemente ya han leído el libro mismo, no han dado ninguna señal de reconocimiento. Pero un tal señor Liggins del que rumores han fijado como el autor de mis libros y a quien le han creído, probablemente me ha descartado de su vista —soy una mujer muy bendecida, ¿no es así? Al tener todas estas razones para alegrarme de que he vivido, a pesar de mis pecados y mis penas —o, más bien, a causa de mis pecados y mis penas. No he tenido ningún tiempo para júbilo; al contrario, estos últimos meses han sido más tristes de lo normal para mí, y he pensado más en el futuro y todo el trabajo que todavía queda por hacer en la vida que en cualquier cosa que se ha logrado. Pero creo que tu carta hoy me dio más alegría —más resplandor del corazón, que todas las cartas o reseñas o los otros testimonios de éxito que me han llegado desde las noches en que leí en voz alta mis manuscritos —a mi querido, querido esposo, y él se rió y lloró alternadamente y luego se apresuró a besarme. Él es la bendición principal que ha hecho todo el resto posible para mí —dándome una respuesta a todo lo que he escrito, una respuesta en la que podía confiar como prueba de que no me había equivocado con mi trabajo…
Pero hablaremos de todo cuando vengas. Recuerda, aquí tienes una cama. Y por favor intenta que el querido Doctor venga contigo a Inglaterra. Es tan triste pensar en que se quede atrás, y queremos verlo de nuevo. Estas son razones convincentes, en nuestra opinión, para su arribo, y como el resto del mundo, esperamos que los hombres sean guiados por nuestras razones en lugar de las propias. Siempre querida Barbara
Tu cariñosa y agradecida,
Marian.
5. A Herbet Spencer5, [2 de octubre de 1859]
Holly Lodge, South Fields | Wandsworth | 2. octubre 59
Querido amigo:
Tus palabras sobre ‘Adam Bede’ son muy valiosas, y llegan de forma oportuna, pues he estado muy preocupada últimamente. Haber escrito un libro que puede conmover a la gente como dicen que se han conmovido por ‘Adam Bede’ debería ser felicidad suficiente para mí —debería hacerme fuerte en contra de pequeñas aflicciones personales. Pero tengo una nueva prueba de predominancia de una sensibilidad egotista en mí, en el poder que estas pequeñas aflicciones tienen sobre mí. Aún así me sentí muy feliz esta mañana, a pesar de una depresión previa, cuando llegué a esa parte de tu carta donde dices que te sentiste mejor por haber leído mi libro. Siempre será una de las cosas en las que pensaré cuando quiera ganar coraje.
A menudo me he responsabilizado por el cambio que imaginé en la actitud hacia mí, por la suposición de que me he hecho desagradable de alguna manera. No debería haber confiado en mis propias inferencias, porque sé que soy más bien mórbida en tales asuntos; pero George, que no es propenso a equivocarse de la misma manera, tuvo una impresión similar, y hace tiempo, en Richmond, intentamos recordar alguna ofensa posible de mi parte.
Olvídalo: es suficiente que no tengas conciencia de ningún cambio de sensación.
Siempre tuya sinceramente,
Marian Evans Lewes.
6. A la señorita Elizabeth Gaskell6, [11 de noviembre de 1859]
Holly Lodge, South Fields | Wandsworth | 11. 59
Mi estimada dama:
Sólo ayer estaba pensando que los artistas, conociendo tan bien los esfuerzos el uno del otro, no se ayuden más, y, como es usual, cuando he estado hablando con lamento o con desconfianza, algo ha llegado que me sirve como reprimenda. Ese “algo” es su carta, la que me ha traído el único tipo de ayuda que me importa tener —una certeza de simpatía, de reconocimiento total y verdadero de una de las mentes que son capaces de juzgar tanto como de ser conmovidas. Tú sabes sin que yo tenga que decirlo, cuánto se intensifica la ayuda al acudir a mí nuevamente, ahora que he dejado de ser un misterio y soy conocida como un mero hecho a la luz del día. Siempre me encantará pensar que una mujer le escribió a otra palabras tan dulces y alentadoras —pensar aún más que tú fuiste la escritora y yo la receptora.
Me había permitido la idea que si mis libros terminaban valiendo mucho, tú estarías entre mis atentos lectores; ya que estaba consciente, mientras la pregunta de mi poder todavía estaba sin resolver, que mi sentimiento hacia la Vida y el Arte tenía alguna afinidad con el sentimiento que había inspirado “Cranford”, y los primeros capítulos de “Mary Barton”. Esa idea se me hizo más cercana, porque tuve el placer de leer Cranford por primera vez en 1857, cuando estaba escribiendo “Escenas de la vida parroquial” y subiendo el Rin un día sombrío y lluvioso en la primavera del año siguiente. Cuando estaba escribiendo “Adam Bede”, me contenté a mí misma a falta de perspectivas leyendo una y otra vez estos primeros capítulos de “Mary Barton”. Quiero contarte estos detalles menores porque te probarán que tu carta debe tener un valor particular para mí, y que no estoy expresando una gratitud vaga hacia un escritor a quien sólo recuerdo vagamente como uno que me fascinó en el pasado. Y no puedo creer que tales detalles te son indiferentes, incluso aunque hemos estado tanto tiempo acostumbrados a escucharlos: desearía, por el tiempo que estemos vivos, que todos debemos saber tanto como podamos del bien que nuestras vidas han sido para otros. Siempre, mi querida dama,
Tuya con alta estima,
Marian Evans Lewes.
7. A John Blackwood7, [6 de enero 1860]
Holly Lodge | 6 de enero. 60
Mi querido Señor:
¡Que sea “The Mill on the Floss” entonces! Las únicas objeciones son, que el Mill no está estrictamente en el Floss, estando en su pequeño tributario, y que el título es más bien de una pronunciación laboriosa. Pero creo que estas objeciones no lo despojan de su ventaja sobre “Los Tullivers, o La vida en el Floss” —la única alternativa, hasta donde podemos ver. Por favor dé el voto del desempate.
El domingo de Resurrección veo que es el 8 de abril, y deseo terminar para la mitad o el fin de marzo. Aparte de la enfermedad, tengo la intención de terminar el volumen 3 para el inicio de ese mes, y espero que ningún obstáculo impida la rapidez de la impresión. Quizás, ya que deseo que el abogado vea las primeras páginas del volumen 2, sería mejor empezar la impresión antes de que la escritura esté lista.
Su plan acerca de Las escenas parroquiales es plenamente satisfactorio para mí. No se me ocurre nada más que decir sobre negocios esta mañana. La posibilidad de ver al señor Edward nos es muy agradable a ambos.
Siempre sinceramente suya,
Marian Evans Lewes
8. A John Morley8, [14 de mayo de 1867]
The Priory | 21. North Bank | Regents Park.
14 de mayo de 1867
Mi querido Señor Morley:
Gracias por su amable y sensata remembranza. Su actitud en relación a la Emancipación Femenina parece ser prácticamente la mía. Si se me llamara a actuar en la materia, ciertamente no me opondría a ningún plan que abogara cualquier promesa razonable que intentara establecer en la medida de lo posible una equivalencia de ventajas para los dos sexos, en cuanto a la educación y las posibilidades de desarrollo libre. Temo que hayas malentendido algo que dije la otra noche acerca de la naturaleza. Nunca quise insistir sobre el argumento de la “intención de la Naturaleza”, el que es para mí una falacia lamentable. Quise decir que como un hecho de mera evolución zoológica, me parece que la mujer tiene la peor parte en la existencia. Pero por esa misma razón afirmaría aún más que en la evolución moral tenemos “un arte que no remeda la naturaleza” —un arte que “en sí mismo es naturaleza”. Es la función del amor en el más amplio sentido, mitigar la severidad de todos los decesos. Y en el reconocimiento exhaustivo de esa peor parte, creo que existe una base para una resignación más sublime en la mujer y una ternura más regenerativa en el hombre.
Sin embargo, repito que no confío con mucha seguridad en mis propias impresiones sobre el asunto. Las peculiaridades de mi propio destino han provocado que tenga idiosincrasias en lugar de un juicio promedio. La única convicción en la materia que sostengo con alguna tenacidad es, que a través de todas las transiciones el objetivo que proseguimos es una función con una más clara distinción discernible (siempre tomando en consideración casos excepcionales de organización individual) con una aproximación lo más cercana a la equivalencia del bien para la mujer y el hombre como puede ser asegurado por el esfuerzo de la creciente fuerza moral para aligerar la presión de duras condiciones amorales exteriores. Es más bien superfluo, incluso insensato, zambullirse en tales profundidades como estas en una nota apresurada, pero es difícil resistir el deseo de estropear un habla imperfecta con un poco de escritura imperfecta.
El artículo del “Espectador” es un espécimen ambicioso de lo que un periodista puede hacer cuando no “está afirmando sus pensamientos en una manera inferior a su capacidad” —para tergiversación y evasión.
Siempre sinceramente suya,
M. E. Lewes.
9. A John Blakwood9, [15 de julio de 1871]
Shottermill | cerca de Petersfield | 15 de julio. 71
Mi querido señor Blackwood:
Todavía siento que le debo mi agradecimiento por su amable carta, aunque el Señor Lewes se comprometió a entregarlas en primer lugar. Ciertamente hizo ver más tentador que antes un asiento en la Mesa de la Conmemoración, pero la prudencia me aconseja abstenerme de la fatiga y el entusiasmo de un largo viaje en tren que culmina en una enorme fiesta. Si existe alguna posibilidad de que “Middlemarch” sea bueno para algo, no quiero accidentarme y morir sin haberlo terminado. Y lo que “la sirga en mi rueca” sea, mi fuerza para relajarme no ha sido abundante últimamente…
La continua ausencia de luz es deprimente en todo sentido, y hace que uno tema la cosecha —un miedo tan serio que uno tiene pudor de mencionar la pesadumbre personal. Tú no puedes jugar al golf en la lluvia, y yo no puedo sentirme optimista sin la luz; pero me atrevo a decir que trabajas aún más, mientras que cuando mi ánimo decae mi trabajo también.
Por favor dele mis saludos al Señor William Blackwood, y créame siempre suya,
M. E. Lewes.
10. Al Doctor Joseph Frank Payne10, [25 de enero de 1876]
The Priory, | 21 North Bank | Regents Park
25 de enero de 1876
Mi querido Dr. Payne:
No me había llegado ninguna palabra de su pérdida indescriptible. No podría haber hecho nada para conmoverme con más agudeza —conmoverme más profundamente, que haberme escrito esa carta en octubre. Lo afirmo de una vez al leerlo, para que sepa que lo tengo en mente incluso si mantengo silencio en el presente, en relación a ese asunto supremo —hasta dónde la religión del futuro debe ser una que permita arreglarnos sin consuelo, en lugar de ser lo que la religión se ha (creo distorsionadamente) considerado —principalmente como una fuente valiosa de consuelo.
Su carta lo habrá relacionado con preguntas que son las más frecuentes en mis pensamientos —preguntas que son mis temas principales para escribir en absoluto. Pero mi escritura es simplemente una serie de experimentos sobre la vida —un esfuerzo para ver de qué son capaces nuestros pensamiento y emoción— qué reserva de motivos, actuales o sugeridos como posibles, prometen un mejor después por el que podemos esforzarnos— qué ganancias de revelaciones pasadas y disciplina debemos esforzarnos en conservar como algo más seguro que una teoría vacilante. Me vuelvo más y más indecisa— con menos valentía para adoptar cualquier fórmula que no se revista para mí en alguna figura humana y experiencia individual, y quizás eso es un signo de que si ayudo a otros a ver algo debe ser a través de ese medio del arte.
Es verdad que no estoy muy bien, y que justo ahora soy vulnerable a sentir mis debilidades aún más porque estoy afligida por el miedo a que todo empeore por consecuencia. Es por eso que escribo esta nota de una vez. No me atrevo a prometer responder su carta como me gustaría hacerlo por el próximo mes o dos, y por favor confíe en mí hasta el punto de creer que mi silencio, sin importar lo extendido, no será por olvido.
Muy sinceramente suya,
M.E. Lewes.
NOTAS
- Después de la negación de GE [George Eliot] de ir a la iglesia, su familia y amigos discutieron en vano en contra del cambio de sus opiniones. Los pastores que enlistaron para hacerla entrar en razón descubrieron que ya había leído los libros que habían recomendado en apoyo de su creencia. Su hermano Isaac llamó a Meriden, donde GE se estaba quedando con su hermana, y, como Robert Evans escribió en su diario, “disciplinó a Mary Ann”. Después de un arrebato de autoridad paternal su padre cedió a un silencio sepulcral de nueve semanas antes de que GE escribiera esta carta, la única que ha sobrevivido. ↩︎
- Ethan Allan Hitchcock había ofrecido a Chapmann una traducción de la Ética de Spinoza de su hermano Samuel. ↩︎
- Al preparar el testamento de su padre, Holbeche sugirió que le dejara a GE 100 libras en efectivo en lugar de su parte en pertenencias familiares. ↩︎
- En 1857 Barbara Leigh Smith se había casado con Eugene Bodichon, un médico francés, y se había ido a vivir a Algiers. Ahí leyó una reseña de Adam Bede en un diario desconocido en el que los pasajes citados la hicieron exclamar “Eso está escrito por Marian Evans”, ahí está su gran cabeza y corazón y sus sabios puntos de vista.” Semanas después de leer las reseñas en The Times y el Westminster (donde Chapman, quien había averiguado el secreto de Spencer, insinuó que GE era una mujer), Barbara le escribió, con regocijo en su victoria. GHL [George Henry Lewes] añadió una posdata a esta carta, recordándole que “¡no la debes llamar Marian Evans de nuevo: ese individuo está extinto, enrollado, combinado, absorbido en la magnificencia Lewesiana!” ↩︎
- asi ocho meses después de su publicación Spencer finalmente leyó Adam Bede. En una larga carta a GE el 30 de septiembre escribió: “He leído Adam Bede en detalle — lo terminé anoche con la alarma considerable de las consecuencias probables de haber leído un volumen y medio en el día: consecuencias que sin embargo no fueron tan malas como esperaba… Y ahora que lo he leído qué debería decir. Que lo he leído con risa y lágrimas y sin criticismo. Conociendo cómo constitucionalmente soy propenso a encontrar faltas, entenderás lo que esto significa. Que yo que soy tan poco propenso a la admiración entusiasta, no sabría cómo adecuadamente decir cuánto lo admiro, te dará una idea de mis sentimientos al respecto. Alcanza mi ideal de una obra de arte —posee todos los atributos requeridos en debido equilibrio; que es más de lo que puedo decir de cualquier ficción que jamás he leído… Y, además, no me dejes olvidar el efecto moral. Me siento realmente mejor por haberlo leído; y apenas me imagino a nadie leyéndolo sin que su compasión se ensanche y sus mejores resoluciones se fortalezcan. No sólo en el interés de la literatura sino en el interés del progreso espero que tengamos muchos libros más como este de tu parte.” Spencer manifestó que no estaba al tanto de ningún cambio en su actitud hacia los Lewes, explicándolo por sus largas ausencias de la ciudad. “Sentiría que sería una grave desgracia si cualquier cosa fuera a disolver nuestra amistad.” ↩︎
- Cuando la Señorita Gaskell, largo tiempo crédula al mito de Liggins, descubrió que Marian Evans era la autora de Adam Bede, escribió una generosa carta expresando cuán “sincera, total y humildemente” admiraba sus libros. “Nunca leí algo tan completo y hermoso en ficción antes en mi vida.” Pero no pudo resistir añadir, “No sería fiel al terminar si no dijera antes de concluir que quisiera que fueras la Sra. Lewes. Como quiera que no se puede evitar, hasta donde puedo ver, y uno no debe juzgar a los otros.”
↩︎ - Blackwood escribió: ”De repente se me ocurrió que The Mill on the Floss sería un título apropiado y en algunos sentidos más apropiado y extrañamente excitante que ninguno de los sugeridos. Tiene también una especie de sonido poético.” GE consultó con un abogado sobre los detalles legales de la bancarrota del señor Tulliver. Blackwood propuso reimprimir 1000 copias de Escenas de la vida parroquial en la doceava edición. El señor Edward Bulwer Lytton le dijo a Blackwood que le gustaría llamar a GE. ↩︎
- Cuando Morley cenó en el Priory el 11 de Mayo, la enmienda de John Stuart Mill para asegurar el derecho a voto para las mujeres cayó bajo discusión. Las feministas, tanto entonces como ahora, malinterpretando la valiente defensa de GE de la ley matrimonial, intentaron reclutarla como una defensora de las reformas. Aunque simpatizaba con muchos de los movimientos, las peculiaridades de su propia posición le impidieron que hablara abiertamente por ellas. Morley, que había sucedido a GHL como editor en el Fortnightly, estaba publicando artículos en su defensa; el del Espectador atribuyó el libre albedrío a la “ternura femenina de Dios”. ↩︎
- GHL envió el segundo libro de Middlemarch el 14 de Julio. La carta de Blackwood no se ha encontrado. GE aparentemente iba a ser sentada en la mesa principal de la cena centenaria de Scott. ↩︎
- GE había conocido tanto al Doctor Payne como a su hermano John desde 1869. John estudió teología, pero perdió su fe y nunca tomó las órdenes. Después de su repentina muerte, el Dr. Payne discutió sobre consolación religiosa con GE. A la muerte de su madre en octubre de 1875, el Dr. Payne escribió una larga carta, que no fue enviada hasta enero, nuevamente instando a GE a ofrecer alguna esperanza en una vida futura en sus novelas. ↩︎


Deja un comentario