[ lectura y crítica ] 

Selección de poemas – Renato Yrarrázaval


La poesía es la huella dactilar de Dios en la arcilla humana
Nicolás Gómez-Dávila

Renato Yrarrázaval (Viña del Mar, 1937 – Santiago, 2011) fue, para algunos de quienes lo conocieron, un poeta peculiar. Acaso se deba, por un lado, a cierta inoperancia por parte de la crítica al enfrentarse a sus poemas, excusando sus apreciaciones bajo un supuesto “hermetismo”, y delatando así un gesto de mera incomprensión. Sabemos: no hay tiempo para lo difícil; no hay hora posible para descifrar el poema que proponga algo allende lo evidente: cuántos poetas, cabe advertirlo, han corrido la misma suerte. Y, por otro lado, la peculiaridad de Renato Yrarrázaval se la debemos, en efecto, a su retirada figura.

Ejercitando un derrotero solitario, nuestro poeta a la fecha solo cuenta con recónditos y poquísimos lectores; ninguno de sus libros goza de reedición y, ciertamente, solo cabe acercarnos a su obra a través de los hallazgos entre estanterías de libros usados. Esto se suma a su desconexión ante la efervescencia dada en el marco cultural de la generación de los 60 (generación a la que cabría ubicar a nuestro poeta). Mientras los vates de la generación citada merodeaban en los primeros talleres de poesía, congresos, encuentros, revistas literarias e instancias afines, en Santiago un joven estudiante de periodismo publicaría lo que sería su ópera prima: Retorno a lo simple. El poemario, publicado en 1964 con prólogo del cura Osvaldo Lira, corresponde a la entrega primeriza de un poeta veinteañero que ha decidido trabajar con el lenguaje (su preludio a la inmersión, en palabras de José Antonio Llera), aunque sí se advierten desde ya las marcas de una retórica que, con posteridad, será desarrollada más agudamente.

Yrarrázaval, distante y complejo, ofrece una obra de un lenguaje difícil, sobre todo si la posicionamos frente a otras maneras de tratar al idioma, más asibles de comprender o al menos de asimilar con la concentración debida. En el poeta convocante, dada su solitaria trayectoria, cabría ligarlo con ciertos momentos de la poesía de Waldo Rojas ‒sobre todo su poesía breve, como así la de Luis Mizón. Es decir, nos enfrentamos a ese tipo de poetas que para vislumbrar su genealogía, debemos aventurarnos a otras vertientes de lectura: acercarlo a otros autores allende la tradición local, tan ‒a ratos‒ equívocamente autorreferente. Así, aparecen al camino Paul Celan, Roberto Juarroz, Alejandra Pizarnik, Stéphane Mallarmé, entre otros.

Poco a poco, la poesía de Yrarrázaval se halla atravesada por una constante potencialidad creadora del verso y, en consecuencia, por un estatuto metapoético y/o metapoiético. Asimismo, cabe leer en sus palabras una sensibilidad que estriba entre la conformación de una estética propia y la motivación vital de la palabra, una preponderancia del sueño y un trabajo de la conciencia en la creación poética que pretende remontar a eslabones pretéritos al acto de la enunciación. Con todo, lo que prefiguraría como una especie de sobreintelectualización del proceso creador poético no desconoce ‒en caso alguno‒ el peso rotundo y afirmativo que adquiere todo acto verbal en el campo del poema. El mismo Renato Yrarrázaval, frente a esta eventual acusación, nos advierte: “no he dejado de vivir la carga emotiva que hay en toda poesía”.

Lo que ocurre, ciertamente, es que la tentativa de calar en la hondura brumosa del lenguaje, de su forma como entidad retraída de los fenómenos del mundo anecdótico, no es sino una empresa que adquiere de por sí ribetes difíciles de dilucidar: “la poesía está hecha de palabras. Mi intento es dotar a la palabra ‒si se puede decir‒ de una significación nueva”, afirmaría el poeta, en claro diálogo con Stéphane Mallarmé. Asimismo, depurar las palabras como elementos contaminados por el habla, para no solo decir lo pretendido de la manera más límpida posible, sino que, además, con dicho decir explorar las oscuras zonas del lenguaje no puede ser sino una depuración del lenguaje por el lenguaje mismo. Siguiendo en esto al poeta y crítico Manuel Mesa Seco (a quien le debemos más de alguna reseña sobre Yrarrázaval): nuestro poeta “le da a las palabras un contenido de fidelidad y al mismo tiempo, en la yuxtaposición, un nuevo sonido que no es banal, sino por el contrario una resonancia semántica”. En resumidas cuentas, la empresa del vate es referir, desde la creación misma, una proclama ‒empleando el término de Octavio Paz‒ de la creación.

Tal como sucedió con Humberto Díaz-Casanueva próximo a su muerte, Yrarrázaval padeció igualmente de una incomprensión general que finalizó por encerrar su obra sin mayor asunto bajo la categoría de lo hermético. Díaz-Casanueva, siete meses antes de morir, sentenciaba: “Sí, soy oscuro, soy hermético. No tengo vergüenza en decirlo. Podría haber sido más claro, tal vez. Pero me salió así ¿Por qué? Porque hice una poesía como una sonda en lo más oscuro del pensamiento”. El tono confrontacional, en el que subyace, acaso, cierto fastidio en las palabras del poeta chileno, pareciera ser una consecuencia lamentable del asedio crítico que lo acusó como un poeta oscuro, cerrado, develando así la incapacidad del apartado crítico por enfrentar acuciosamente la complejidad a priori de la poética respectiva.

Ahora bien, el adjetivo «hermético» (salvo en contadas ocasiones, gesto vacío) no se condice con las motivaciones de nuestro poeta. Advertimos que, más allá de ser sus propias palabras, sí comprendemos una coherencia entre sus términos y su poética: “La poesía, a su vez, desentraña la realidad interior del hombre, iluminando a través de sus recursos propios la dimensión metafísica, vivencial y escatológica del existir de aquél. Intenta salvar todo aquello que el hombre siente que se le escapa en la fugacidad del tiempo”. Iluminación, y no oscuridad, confieren intención en la escritura de Yrarrázaval, lejos de ensombrecer gratuitamente la palabra propia. El lenguaje no es arabesco inerte, ni una estructura hueca que develaría eventualmente el sinsentido de la escritura poética frente a la contingencia: en Renato Yrarrázaval subyace el deseo de la comunicación, al momento en que se devela el poder del lenguaje como fin y medio en sí mismo.

Entonces, la creación persigue su propio trayecto con el afán de hallar lo estático de la imagen en la tierra movediza del poema, con la finalidad de atrapar el canal de su comunicabilidad. Los sentidos se desestabilizan, pero con el propósito de resultar en el marco de una reconfiguración del habla y la retórica: el poema versa acerca de la posibilidad de alcanzar una voz, su voz. En dicha tensión, no es equívoco pensar que los versos de Yrarrázaval se encuentran empapados de claroscuros que alumbran y ensombrecen los dominios de la propia poesía.

Stéphane Mallarmé, en una carta dirigida a Léo d’Orfer, nos dice: “la Poesía es la expresión, por el lenguaje humano llevado a su ritmo esencial, del sentido misterioso de los aspectos de la existencia: ella dota así de autenticidad a nuestra permanencia y constituye la única tarea espiritual”. No consideramos la posibilidad de palabras más precisas que permitan la comprensión del proyecto de nuestro poeta. No solo porque sortea el enfrentamiento ante la crisis moderna de la representación, sino porque además logra constituir un verdadero imaginario autoconsciente a partir de dicha crisis: los referentes en la obra Yrarrázaval, entonces, no participan de la vacuidad, sino que son reubicados con el fin de salvaguardar el espacio de la poesía. He aquí el poder del poema: instancia que se crea a sí misma.

Este año terrible, donde la muerte parece acechar a cada instante y siempre desde su traicionera sombra, nos ha traído, en sus postrimerías (este 3 de diciembre), la terrible noticia del fallecimiento de Renato Yrarrázaval, un gran poeta, para muchos desconocido, pero de una obra de calidad extraordinaria que, estoy seguro, poco a poco y día tras día se irá reconociendo, no sólo por la “crítica especializada”, sino también por los lectores que, tal vez, desorientados (como casi siempre en Chile) siguen los dictados de algunos “genios literarios” que marcan los “territorios” de lo bueno y de lo malo.

 ‒ Víctor Campos


 
Selección de poemas

La siguiente selección de poemas se ha dispuesto cronológicamente a partir de los libros publicados de Renato Yrarrázaval. Despierto en el sueño (1975) reúne tanto Retorno a lo simple (1964) y 24 Poemas (1970), por ello hemos considerado comenzar el recorrido a partir del primer poemario aludido. Asimismo, hemos atendido las versiones finales de algunos poemas que se aprecian en Desalojo, antología realizada por el poeta y publicada en el año 2000.

[de Despierto en el sueño, 1975]

Clamor

Mi boca encierra el grito de la noche.
Mi lengua ya no encuentra reposo en la palabra.

El grito

Es la profundidad
del mar en nuestra boca,
el rescate más hondo de la voz.
Por eso la boca arrastra
en los filos del grito
un temblor de Dios.
La sílaba primera
espesa en su latido.

Materno

Hay un llanto en las madres,
como la queja efímera de la flor
que en sus espinas separa.
La paternidad cría un engendro sombrío,
la filiación es el imán en que muchos se pierden.
Tienta bucear la imagen que aprisiona la herencia.
Equívoca nostalgia: hay espejos prohibidos
que no hermanan jamás la semilla con el fruto.
Somos la primera oscuridad
que desangró la luz sin dueño.
Tuvimos que beber toda la ceguera materna
para resistir el alumbramiento.

Soy el habitante oscuro de los puertos,
un bosque húmedo me sostiene
y el astro engasta en mí su lejanía.
El encargado de pulsar los mares
confunde el aliento de los cielos
y abre un abismo en cada frente.
Aquél que hizo madurar los vientos
sembró el alba con el calor del grito.
¿Qué madre invisible colabora al misterio?

[de Por la cerradura del espejo, 1979]

Visión

Cuando no se pueda
apelar a la nostalgia
en altar respiraremos.
En el asombro de la cima
abre el enigma,
la lenta desnudez del mar.
Entonces cerrarás la edad
del templo.

Insomnio

Para contarte Clarisa mis insomnios
mira por la cerradura del espejo.
Verás que a mis pies la niebla se arrodilla,
que vecino comparto con la sábana la muerte,
qué blasfemo soy de los recuerdos,
qué ojera me crece como pez dormido.
Me olvido de ese brazo que conduce
mi lecho al son del remo y de tu astucia.
Me olvido de ese abrazo
que sólo desafía nuestra imagen,
el sueño anticipado del espejo.

[de Interrogo al olvido, 1982]

Recuerdo

Oigo tu cuerpo transitar fuera del tiempo.
Tal vez tu grito descienda la escalera.

Aguas

Baja la niebla por el río.
Humedad que a ciegas va rondando
las ausentes riberas, repitiendo
el clamor ruidoso de las aguas.
Las piedras entonan acordes subterráneos.

Estado

Pero estoy observándome:
estoy donde mismo me dejé
oscilando la palabra que me debo.

[de 60 poemas, 1988]

Llamado

Hondamente busqué tu nombre
entre las olas:
prodigios de la sal y abrazos de mareas.
Yo estoy a este otro lado del vértigo
de playas,
donde las dunas me llaman
por mi nombre más antiguo.
Muéstrame la arruga de tu boca,
los hombros lacerados,
tu costado llameante de bocas paulatinas
y la piel en su placer entero.

[de Otras guerras y deleites, 1989]

Sangre dormida

Pulsando un abrazo ciego
el tacto marchitó tu destierro.
En la cosecha de mis manos
liberé tanta sangre dormida.

[de El ojal del corazón, 1994]

El ojal del corazón

De la unidad, la mitad
se advierte en sus peligros,
mientras la desmesurada región
de las urgencias
amenaza sobrevivir en los perfiles.
La forma cansada corrompe
la presencia del olvido.
Mi frente piensa serena en los puños,
en la sanguínea pubertad de las culpas,
en el sosiego que destruye la sonrisa
y en el ojal donde descansa el corazón.

[de El espejo de la sombra, 1998]

A Omar Cáceres

                                               Porque el hombre ama su propia
                                                             y oscura vida solamente
                                                                                           
O. C.

Vamos afinando los pasos
hacia la muerte,
besando un espejo entre las brumas,
contando los latidos que arrancan
de los astros.
Mis espaldas invocan un lamento
de montaña
y la tristeza cose el vértigo a la altura.
El espacio conoció los lamentos
de las bocas heridas, las alas iniciales
de todos los torrentes, los signos del cielo
que degollaron los astros, los bosques
que olvidaron sus crímenes.

[de Desalojo, 2000]

El animal

Los animales reflejan en sus miradas
proyectos sin destino.
En sus pupilas rejuvenecen los pastos y
las colinas cuelgan al atardecer.

La carne en su peso y talle sueña de pie
en la instancia más cruel.
Pulso y sangre en el vértigo de la conciencia.
Esa muerte no entiende el designio de la raza.
En la noche de los pastizales aparece el
rebaño en su perfecta estatura.
Sombra y párpado para rumiar la muerte.

En los huesos del animal ardor y
cansancio. En el terror que domestica
el macho el peso grava su mirar y
enciende las glándulas. Elasticidad
dorsal de la piel contra el horizonte.
El pulso ronca en su bravura y los ojos
queman las yemas de los cuernos.
Miedo y advertencia. Clamor de la carne.
Un infierno enciende y adiestra la luz de
los genitales.

Animales cómplices en el semental de sus
playas cuando su descendencia
suspende los límites de la memoria.
El animal necesita perforar el silencio,
abordar su intimidad y olvidar
su preñez. El peso en su tamaño y la
miopía arriesgaron los espacios propios.

 En la oscuridad del rebaño látigo y
estrellas. El sueño hurga en las formas
del olvido y la vastedad adormece a las
colinas.
El animal se reconcilia en la fiebre del
límite.
Alguien profanó su mirada
bajo el linaje del silencio.

[de Una sombra compartida, 2005]

Consignas

Confieso que se turban mis arterias,
la mano que acorrala las consignas.
Los huesos en el sueño,
los sudores.


Renato Yrarrázaval lee «Consignas». Registro realizado en Santiago, 2006 | Producción de Ricardo Gómez López

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Comentarios

2 respuestas a “Selección de poemas – Renato Yrarrázaval”

  1. Avatar de Juan Pablo del Río
    Juan Pablo del Río

    Conocí a Renato, fui su amigo. Un tipo generoso, un poeta con su particular voz. Inconfundible. Debería ser difundida su obra.

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    1. Avatar de 49escalones

      Estimado Juan Pablo. Estamos completamente de acuerdo con tu parecer. Esperemos que este tipo de publicaciones sean un pequeño comienzo para difundir más la obra del gran poeta que fue Renato Yrarrázaval.

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