Abordar la figura de Benjamín Carrasco implica sopesar, ineludiblemente, el compromiso con las letras: un primer reconocimiento del autor nos permite visualizar, de manera casi apabullante, la pluralidad de perspectivas en las que navega un escritor como él. Véase sus ensayos y entrevistas publicadas en algunas revistas de Latinoamérica (ADEH, 49 Escalones, WD-40, Papel literario) como también, aunque más recelosos, sus poemas estampados en plaquettes o ediciones únicas. He de dar fe a su vez, como tantos otros que gozan de la amistad literaria con Benjamín, de la existencia de apuntes y fragmentos que conformarían otro vértice en este temprano perfil, siendo estos últimos escritos el aspecto más neblinoso de una obra en ciernes. Su escritura denota un orden mayor al momento de enfrentar el escritorio y el papel.
Por gracia del azar, me podría considerar uno de sus primeros lectores en temas de poesía. Esto ha permitido percatarme que los años no han corrido en vano. La búsqueda, que siempre avanza, vuelve a su punto de partida, un ascenso en espiral. Los primeros textos, de los cuales solo existe testimonio oral, poseían el germen del que los presentes poemas hacen gala con violenta sutileza, señal de madurez en todo poeta que pervive en la memoria del Tiempo. Su sintaxis, de noche y piedra, es la música nocturna de la condición humana. La tersura de su encabalgamiento es sólida, como sólida es la posición de cada palabra en el poema. Benjamín es un herrero nocturno quien, además, ha sorteado e intencionado una búsqueda dentro de este negro imaginario sin caer en los recovecos tan explotados por el hombre. Su noche es la noche del primer hombre y la del hombre contemporáneo. Su palabra ingresa en la oscuridad y vuelve victoriosa con un nuevo significado, una nueva música para el lector. Sus composiciones sobrepasan el intento poético: han de contemplarse como poemas de un poeta por derecho propio, sin más.
La imposibilidad de contrastar una poesía como esta ante la modernidad del siglo, no recaerá en un desmedro de su hechura, lo sabrá el lector quisquilloso. Su destino no está en la irrupción de un panorama que se nutre y mide con falsos colegas: su camino es silencioso, buena semilla, a través de una corriente alterna.
B. D.
Nogales, Mayo 2023.
DE JASPE Y CORNALINA
Benjamín Carrasco
Mano que sobrevolara
Mano que sobrevolara
una última batalla abre
el camino de los muertos
fríos de piedra el alba cierra
en sus bocas indeciso
el horizonte de opal
Jacob su bastón conduce
grácil yema en su contorno
siempre allí, allí las tumbas
mano que sobrevolara
sella al conjuro esa voz
sombra de agua en su palabra.
Hete aquí
Del sauce entrever el astro
negro por su velo; pende
quien alzó mirada tardo
y empalmada agua resiente.
Hete aquí en el viejo afluente,
he tus manos lo llagado.
La noche en tu frente hiende
sigilosa su venablo.
En el lecho de mi madre
Escucha
cómo cierran sus párpados
reposados y ebrios de lecho.
Oye el ritmo del blanco en su cabellera,
su rostro
bañado de lágrimas.
Templa su mano de piedra
por piedra tomada,
y la palabra que por su párpado entre
reluzca el vuelo más oscuro.
Cruz de noche
Tarde y llanto, Señor
Su voz es negra
y negra los umbrales.
El ojo de la noche
Abierto
el ojo de la noche.
Las multitudes cantan su verbo sin sellos.
Oración
¿Erró tu canto más dulce
o amarga ascendió en ti, dime,
esa sorda melodía?
Estrimón
Voz de hoja descorre el viento:
Él ya mide los guijarros,
y a tus preces los iguala.
Bajo cielo de jaspe y cornalina
Nunca habrá consuelo
para el siervo que beba de la cuna amarga.
Bajo cielo de jaspe y cornalina,
su noche de piedra será eterna.


Deja un comentario